lunes, 15 de junio de 2020

...MUJERES DESCONSOLADAS...




...En lo que llevamos de año y por uno de esos sorprendentes, al tiempo que gratos, avatares que la vida nos tiene reservados, estoy reviviendo, con no poco gusto y emotividad, el reencuentro con mis años en el seminario, con algunos de mis compañeros de entonces, con el seminarista que fui. Creo que alguna vez he comentado en este blog que no concibo mi vida sin el paso por aquel lugar que aún sigue, bien que sin sombra de lo que fue, en la plaza de Gracia de Granada…
Es curioso que mis recuerdos buenos, lo que se dice buenos, pueden contarse con los dedos y no necesitaría muchos; sin que me faltaran las pequeñas grandes alegrías de niño, ni la natural pasión por jugar, yo vivía casi en permanente estado de temor, resumen de muchos temores pequeños y mayores que hacían de mi una pequeña alma en pena. Como he dicho a alguien cuando ha venido a cuento, mi estado civil de aquel tiempo era asustado…y, sin embargo, parece, y realmente es así, como si el recuerdo de esos temores se hubiera diluido o se hubiera asentado, concentrado, pura alquimia, en un poso de ternura y cariño, de agradecimiento a aquel tiempo, que es el sentimiento que siempre he llevado conmigo, que siempre he comunicado cuando ha venido a cuento y es lo que me está permitiendo esta ancha porción de felicidad con el encuentro virtual (wasap) y en algunos casos concreto con mis compañeros de quintas de latines y otras hierbas…Entré en aquellos tutelares muros en septiembre de 1963 y me licenciaron seis años después...


Por mor de ser seminarista, eras de oficio monaguillo de tu pueblo, con todas las funciones y labores parroquiales que el ser acólito conllevaba: ayudar a misa, tocar las campanas (llamando a misa, y doblar o repicar según fuera por festividad o por duelo), cantar en algunas misas (aquellos principios con el socorrido "Vayamos jubilosos" inamovible número uno de los píos cantos de entonces), dirigir el rezo del santo rosario, ayudar en las bodas, bautizos (“padre, échele sal al niño para que sea gracioso”), ocasionalmente ir con el cura a llevar el viático o la extremaunción a algún enfermo que ya iba concluyendo su paso por este valle de lágrimas…, poner el catafalco (ese armazón de madera que se cubría con un paño negro...me asombraba aquello) para las misas de difuntos, y, por supuesto, los entierros…


Aquí mis recuerdos se centran en una tarde de verano de los años 60, aquellas tardes calurosas, silenciosas, adormecidas, desperezándose ya de la siesta de rigor...Tendría yo 9, 10, 11 años...; el párroco se llamaba don Francisco. 
In illo tempore, cuando alguien se moría, el cura y su monaguillo salían de la iglesia camino de la casa del finado para empezar el desfile. Ahí me veo con don Francisco, él con un libro abierto en las manos, tocado con su bonete y revestido con su capa negra, servidor con el acetre y el hisopo, me veo, nos veo, decía, por el solitario camino que pasaba por donde antaño se alzaba el cine "de abajo", andando a la calle Higueras, una calle de las más populares de la Zubia, también de las más humildes, dentro de la modestia general de aquel tiempo...
En aquel tiempo, decía, una vez llegados con el difunto a la iglesia y oficiada la misa de córpore insepulto, se iniciaba el largo paseo hacia el cementerio...Calle Real, barrio Alto, parada en la ermita de San Pedro, el Mazacote, el camino de Gójar...aquí ya las casas desaparecían y se tenía vista del cementerio (el cortijo de los callados, como decían en mi pueblo..), que aparecía muy solitario y como muy lejos...el paseo concluía a los pies de la misma fosa, el popular hoyo, que previamente había abierto el Juan Simón de turno ...todo esto, hablo, con el cura siempre presente...y el monaguillo...



Iba primero el difunto (con los pies p´alante, como se decía, uno de tantos eufemismos para nombrar el morir...) con sus porteadores, seguidos del cura (y el monaguillo), y justo detrás,en recogido silencio, tal vez adobado de algún suspiro o un lloro contenido, los deudos , en orden decreciente según su cercanía con el muerto, para continuar con el acompañamiento, y terminar con los que iban de verdadero cumplimiento, (cumplo y miento como nos explicaba socarronamente el padre espiritual relativo a esta palabra)...años después, ya sin cura ni nada, y el muerto en coche, he podido apreciar cómo en murmullo creciente cuando más se aleja de la cabeza la gente va hablando y los últimos acompañantes van ya muy ajenos al duelo y al dolor...en fin...     


...En aquella calle Higueras había muerto un hombre, al parecer no mayor, dejando una familia desamparada. La llegada del cura marcaba el momento de la necesaria y fatal despedida de la casa. Don Francisco, susurrando latines, yo arrimado a él, cogido con una mano al dorado filo de su capa...entramos a la casa, había que bajar unos escalones, aquello era estrecho, un poco oscuro, casi lóbrego, puede que fuéramos un poco cegados por la luz exterior, recuerdo paredes, encaladas, sin más adorno que un cuadro del Sagrado Corazón, tal vez la virgen del Carmen, y una mariposa prendida puesta en un tazón de aceite... y gente enlutada de pies a cabeza...Ya no quedaba sino dejar paso a los hombres para sacar la caja...fue en este momento cuando la mujer, la viuda, se abalanzó sobre ella llorando, gritando desconsoladamente, desgarradoramente "ay, no os lo llevéis, qué sola me dejas, , ayyyyy", algo así puedo oír y ver en el recuerdo...



...Y veo la caja apoyada en la tierra recién removida, desclavado el crucifijo, y me veo junto al cura echando los últimos rezos sobre ella, acercarle el acetre, asperjar con el hisopo, bajar con cuerdas la caja y escuchar las paletadas cayendo sobre la caja, resonando hondas y ahuecadas primero, atenuadas después…Don Francisco y Antoñito, un servidor, iniciábamos el regreso...


Lo cuento como una película rodada por Luis Buñuel en los años 50, o en el expresivo blanco y negro de las películas del realismo italiano...


Más de cincuenta años después rememoro este entierro y me acuerdo de aquella viuda, de aquella mujer desconsolada que siempre viene a mi memoria cuando deambulo por tanto cementerio en que me encuentro con estatuas como las que ilustro esta página...¿qué habrá sido de ella?...El cura don Francisco Carmona murió en 2016 según veo en el socorrido internet...Tenía una Vespa y recuerdo cómo se recogía la sotana antes de subirse...muchos recuerdos que ya se alejan de estos desconsuelos que quería plasmar...    


Comentándole a mi hermana el borrador de esta página y mirando las imágenes, me dice que no hay estatuas de hombres desconsolados...alguno he encontrado, sí, pero tan apenas...tal vez los hombres se desconsuelan de otra manera, tal vez su desconsuelo no es fácil de plasmar, a lo mejor su desconsuelo es efímero y la piedra un soporte excesivo, qué se yo... recordando el verso de César Vallejo...viste de gracia y pena, viste de mujer...  






16 comentarios:

  1. Ay amigo don Antonio, no sé si padeces el síndrome de Estocolmo, pero me alegra mucho, la forma de recordar tu infancia y asociarla con el presente, me asombra mucho tu capacidad de redacción, y cómo logras que se clave en el corazón de los que la leemos. No me queda más remedio, que agradecer que tu esfuerzo, nos sirve a otros de deleite y disfrute leyéndote, y por supuesto aprendiendo siempre algo. MUCHÍSIMAS GRACIAS AMIGO DON ANTONIO. SALUD Y UN ABRAZO DESDE PONFERRADA. (EL RESTO YA NO LO PONGO)

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  2. ...no tenemos, amigo César, más que nuestros recuerdos y la luz de este momento de ahora mismo aquí, que ya no será cuando tú leas esto. Los tesoros de nuestra memoria sin estar apegados a ellos ni a ella, el tesoro de cada momento tomándolo como se toman unas monedas con la mano abierta, teniéndolas sin poseerlas...el consuelo de tantos desconsuelos...un abrazo ya acabando (?) el que dicen estado de alarma...

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  3. Se dice, que cuando se realiza un acto, estás ejecutandolo, y cuando se vive dicho acto, es cuando se recuerda, no sé quién lo dijo, pero estoy completamente de acuerdo por propia experiencia. SALUD Y UN ABRAZO DESDE PONFERRADA.

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  4. Eres un magnífico narrador . . . Parecía, mientras leía, que estuviera yo asistiendo al entierro que describes tan bien . . .
    Esos recuerdos de miedos y temores de tu paso por el seminario creo que son comunes, en parte, a los que vivimos aquellos años... el hombre del saco ... el sacamantecas ... ahora serían políticamente incorrectos, pero en nuestra infancia eran relatos frecuentes.
    Ciertamente el desconsuelo ante la muerte creo que es mayor en las mujeres porque a la pena, a la soledad,...,se une en muchos casos la precaria situación económica en la que se quedan y hay, tal vez, una mayor dependencia emocional de las mujeres. Es una opinión personal,claro, no soy ninguna experta.
    Planteas un tema interesante en esta página. Me ha gustado.
    Un abrazo grande.

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    1. ...iba a los entierros, hacía todo lo que tenía que hacer, el deber era incuestionable, pero eso no me libraba de las imágenes que me venían a la hora de dormir, y no digamos cuando leí en el libro de Ciencias Naturales lo relativo de los fuegos fatuos que solían prenderse en los cementerios.....no te cuento más...O si, ya hablaremos cuando nos veamos un rato de estos en tu vistosa, de bonita y de vista, casa...

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  5. En los años de nuestra infancia los miedos y los temores formaban parte de la educación, desgraciadamente. Creo que la mayoría de nosotros sigue llevandolos en el equipaje de la vida intentando a desatarlos. Me ha gustado mucho tu espíritu abierto en el que hayas escrito tus recuerdos. Has dicho que el recuerdo de tus temores se había convertido en cariño, agradecimiento y felicidad. Eso es el mejor resultado de la vida.
    No sé si las mujeres tienen una disposición típica para el desconsuelo. Pero las estatuas en tus fotos son bonitas. Escribiste tan ilustrativo el entierro en el que tenías que participar como niño que te creo que nunca vas a olvidar la voz y el llanto de esta mujer.
    Gracias por tu pagina tan emocionante.
    Un abrazo

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  6. ...Amiga Ulrike, ayer hizo diez años de la muerte de Saramago...a propósito de mujeres desconsoladas, o de hombres, recuerdo lo que decía este hombre:EL HOMBRE ES UN ANIMAL INCONSOLABLE, tal vez sea, es, nuestra condición de humanos...Un abrazo desde La Zubia, mi pueblo natal...

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  7. Antonio Molina, eres un artista con la pluma... bueno, con el teclado... sí señor, plasmas tus vivencias como si hubieren ocurrido ayer mismo. Te felicito y comparto contigo muchas vivencias de aquellos años ya que yo también entré allí en un mes de septiembre de 1963... tengo bonitos recuerdos de nuestro patio de la "Plebe" y de tantas y tantas excusiones aunque dicho sea de paso, de las que más gratos recuerdos tengo son de las que hacíamos al Hotel del Duque... un abrazo y eso... sigue deleitádonos con tus escritos...

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    1. Agradecerte a ti el compartirlo con nuestra querida gente del grupo...Supongo que alguna página me saldrá del próximo encuentro...un abrazo y hasta dentro de poco...

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  8. Dicen los neurobiólogos que los acontecimientos y experiencias que en su momento fueron desagradables, cuando no traumáticos, solemos colocarlos tan profundamente en el baúl de los recuerdos, que solo nos quedará de ellos a lo sumo una sensación agridulce. A veces, incluso, podemos distorsionarlos tanto que, "cualquier parecido con la realidad sería mera coincidencia". Es un sabio mecanismo de defensa de nuestro cerebro que nos facilita vivir lo más felizmente que las circunstancias nos permitan, al precio de un autoengaño sobre el que construimos nuestro personal relato biográfico.
    Solo reafirmarme en lo que te he dicho en otras ocasiones.. envidio tu facilidad para expresar tan bellamente por escrito la sabiduría que llevas dentro.
    La mujeres siempre serán mil veces más empáticas que los hombres. Por ello, siempre que haya una perdida con gran significado emocional, quien mejor la simboliza es el rostro afligido de una mujer.

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    1. ...Gracias por tus, además, sabias palabras.Supongo que todo lo que dices me ha ocurrido por dentro "aunque no me diera cuenta", al estilo de una tormenta mientras dormíamos...en el fondo, qué poco sabemos de nosotros y de lo que nos acontece y por qué...a veces vislumbramos unas luces, nos vienen unos datos...todo sobre un telón de sombras---Citas las mujeres..me quedaron docenas de ellas esculpidas en diversas posturas escenificando la misma tristeza...tal vez en otra página...Un abrazo y gracias

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  9. Precioso retrato, idéntico a como yo lo recuerdo en mi pueblo de La Alpujarra, Cádiar: Anoñito podría haber sido yo, y el cura podrá haberse llamado don Ángel, pero no sé si yo habría sido capaz de pintarlo tan bien.

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    1. José, no seas tan humilde que tú tampoco te quedas atrás...

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    2. Sin embargo, en esos menesteres litúrgicos y pastorales, yo me recuerdo como un rebelde que le falló en más de una ocasión al cura de mi pueblo que se llamaba don Antonio. En cuanto al cumplimiento, Brígido era el ejemplo...

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    3. ...a raíz de escribir esta página se me desencadenaron un rosario de recuerdos que no era consciente que los tuviera. Estoy más´que en paz con aquel tiempo y, al cabo de los años, harto complacido...

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  10. ...bueno, nunca me había visto tan requerido, aparte de querido...Tengo que agradecer y agradezco vuestras palabras y todo lo que sugieren...Salud y un abrazo.

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