"LOS QUE NO VIAJARON NO CONOCIERON EL CORAZÓN DEL HOMBRE"
(guardo, aunque no sé dónde, una postal con esta sentencia escrita en alemán)
♥️
...en un país con una superficie que no llega a la mitad de España, hablo de KIRGUISTÀN, una distancia de 750 km puede considerarse una distancia no pequeña: es la que media entre Bishkek, la capital, al norte, y Osh, la segunda ciudad, en el valle de la Ferganà, al sur.Hay una forma rápida de salvarla, menos de una hora y un precio afrontable, entre 50 y 80 € (la dejaré para el trayecto inverso). Y hay otra...que fue la mía, no podía ser menos, y en buena hora entonces que lo viví y ahora que lo cuento, cuando la natural emoción de lo vivido se va atenuando por mor del tiempo y la propia vida que va solapando, sin piedad, vivencias sobre vivencias...
Un turista/viajero como el que llevo conmigo está todavía lejos de arredrarse ante el número de horas que le esperan encajado entre otros viajeros en el más que ajustado espacio de una marshrutka, un microbús, que no tiene otro horario de partida que cuando se completan los asientos...no pude dejar de aceptar el reto, tampoco me costó mucho, después de haber leído relatos de otros que lo han hecho. Pienso en mi geografía corporal en general y en mi vertebral columna en particular y si con toda la matraca autoinfringida durante tantos años he conseguido llegar a esta edad, pienso, por un lado, que no tuvo que ser tan malo y, por otro, puestos a lo peor, ya para lo que me queda... (como me dijo, en otro contexto, mi querida alumna gomera Nerea en anécdota alguna vez referida...)
Fui la tarde anterior a merodear en la estación de autobuses, la del oeste, a ver posibilidades...y uno, yo, que lampo por un -buen- augurio, así lo tomé cuando de lejos descubrí, entre todos, el cartelito de OSH...
Bendito teléfono, bendito internet y bendito traductor...me dijeron, o deduje, que a las seis de la mañana era una probable buena hora...obviamente, mejor antes...y allí estaba, bien temprano...
Llegué donde los microbuses, me acerqué a uno, dije ¿ОШ? y da, da, contestó el buen hombre. No me lo podía creer: quedaba un lugar solo, subí y arrancamos...tuve el santo de cara.
Obviamente, me tocó el peor asiento, ajustado entre dos muchachos, asientos elevados del fondo, alejado de ventanillas y con vistas al pasillo y su humanidad. Dios proveería...
Apenas saliendo de BISHKEK el buen conductor, lo pude comprobar, paró junto a una gasolinera a cobrar: mi vecino de la derecha, se llamará Kilim, me enseñó un billete de 1000 som, el precio, unos 11€.
Y pasadas las inmensas vegas que rodean la capital el coche tomó rumbo a las montañas, esa cordillera Tianshan que en buena parte habíamos de atravesar. Por dos veces la carretera supera los 3000 metros...
El paisaje se iba poniendo excitante: quebradas, ríos, vaguadas, yeguadas conducidas a caballo por airosos pastores...y subir y subiendo, las nieves empezaron a aparecer en los picos cercanos. Me llama la atención, aquí como en tantos lugares, en España, sin ir más lejos, cómo la gente corre las cortinas y parece que no quisieran ver el pletórico paisaje que se ofrece al otro lado. Por suerte, mi vecino, Kilim, la despejó viendo mis esfuerzos por mirar e incluso por sacar alguna fotografía...el muchacho, gentil donde los hubo, no tardó en ofrecerme encarecidamente el cambio de asiento...
Y empecé a mirar lo que ahora vosotros veis...
...un túnel en una cumbre y como por ensalmo, a la salida, un rotundo cambio de paisaje: se abría un dilatado panorama, una casi infinita vaguada festoneada muy a lo lejos por un reborde de picos nevados...
Por allí debería andar el pico Lenin con sus más de siete mil metros (leo que se llama Lenin en Kirguistán y Ibn Sina -Avicena- en Tayikistán).
La carretera yo no diría que fuera mala, no estaba mal teniendo en cuenta el trazado y el propio nivel del país; el traqueteo, eso sí, era continuo... cómo sería que por la noche miré casualmente el número de km en teoría caminados y me salían más de cuarenta... El teléfono captaba como pasos el propio meneo...
El conductor, Timur, en una de las paradas, y antes de colocarme el sombrerillo, caía un sol inmisericorde, señalando las condecoraciones solares que adornan mi calva, me quiso ofrecer una gorra. Con qué gusto se puso para el retrato. Al principio me recordó, con la gorra, a Quico, el hijo de doña Florinda la del Chavo del Ocho...pero, no, era muy parecido a Joaquín, un portugués con el que hice varias campañas de la aceituna años ha.
Se fue creando la camaradería propia del roce bajo el mismo techo y el mismo aire. Recordaba el pensamiento de Pessoa, atinado como todos:
Vivimos todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos con los otros una amabilidad de viaje.
El microbús era nuestra momentánea casa. Una señora hablaba un poco inglés y me preguntó a sugerencia del señor que llevaba al lado cuál era mi edad (cada día me lo preguntan varias veces y siempre causo, a lo que veo, un indescifrable asombro, un "pues no parece", que de varias formas se puede tomar). En una de las paradas (una para comer y varias para servicios varios) al bajar me preguntó que por qué había venido a Kirguistán y cómo supe que existía este país y que no había visto españoles...que viene a ser lo mismo que me dijeron en el ahora ya lejano, qué hermosura de lugar, parque nacional BAYANAUL, en KAZAJSTAN.
(Días después en el albergue de Osh saludé a dos chicas vitorianas)
En esta orilla de frescor y humilde exquisito buen gusto fue la parada para comer. Yo, inapetente, disfruté de un tazón de airàn, muy espeso y ácido, que me supo a gloria. Unas horas antes, en uno de tantos lugares orillados en la carretera, junto a unas yurtas, volví a tomar, como todos, el sabroso kumis, leche de yegua fermentada que ya me había ofrecido Natasha en el citado Bayanaul (me cuenta Natasha en un wasap que el día que me fui vino un cambio de tiempo radical, estuvieron tres días sin luz y tuvieron que vender a prisa la comida guardada en congeladores...y que cuándo voy a volver...)
...pero, traductor mediante, el contacto mayor, obvio, fue con mis vecinos Kilim y Marlen...ahí los capté sesteando...
A mi lado Kilim, que me cedió la ventanilla, y Marlen el de las gafitas. Me dijo que estudiaba diseño y me enseñó, qué artista, un montón de dibujos, acuarelas, retratos y composiciones que guardaba en el teléfono...yo les mostré fotos de mi tiempo de maestro (ser, haber sido, maestro, sigue siendo, por estos países, como por aquellos árabes, un privilegio...). No son pocas mis vivencias con muchachos, ya más jóvenes que adolescentes, que me atienden, atendieron, con respeto y cariño, como viajero y transeúnte. Así lo siento. Qué verán a través de mi torpe aliño indumentario, a veces astroso y cierto estropeamiento, tal vez el desvalimiento inherente a una cierta edad, lo enjuto de carnes, la evidente extranjería...o tal vez perciben en mí la apertura, la falta de temor...me trataron, me tratan, como respetuosos hijos, o nietos. En el camino me vienen los sentidos, resignados y profundos versos de Cernuda...
Muchachos
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Muchachos
que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós...
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Muchachos
que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós...
... Adiós, muchachos, que por unas horas fuisteis compañeros de mi vida...
La carretera no se prestaba a trabajos de precisión y sin embargo, tras preguntarme si podía retratarme, Marlen se aplicó a ello con esmero...
La hermandad creada en horas se fue desahaciendo en minutos conforme íbamos llegando a Osh y los pasajeros fueron solicitando parada.
Justo treces horas y media después, los huesos y músculos bien cernidos, descolocados y recolocados, llego a la estación de OSH, ya a solas con Timur. El buen conductor, con una sonrisa que no da muestras de cansancio, con un gesto, cabeza echada sobre las dos palmas, me pregunta donde dormiré...trata de buscarme un taxi que no hay en los alrededores. Encaro con ánimo de estirar piernas los cinco kilómetros que me marca el teléfono hasta el albergue...
En la amplia, limpísima, acogedora habitación compartida, parece que me estuviera esperando Nur. Tras presentarnos, en esforzado español me nombra Murcia, Almería, Zaragoza...es conductor de autobuses...🤦♂️, también me nombra Mercadona...le regalo un par de barritas de Hacendado que llevan ya un mes en la mochila esperando una emergencia que no llega. Nur me regala un pan, va al baño, vuelve muy peripuesto y se despide hasta mañana, que dice que va a ver a su novia...y servidor, ya rendido, se acostó, corrió la cortinilla y trató de dormir...No duermo por no soñar, escribió Machado...
Amigo don Antonio, esta vez tengo la sensación de despertarme de un largo letargo, pues desde que monte en el autobús, hasta que baje de el, he estado disfrutando del paisaje que nunca había visto, y que gracias a tus publicaciones, paso momentos, que muchas veces, se me mezcla la ficción con la realidad, por un lado me muero de envidia, y por otro, muchas veces, casi me cuesta tragar la saliva, pero lo mas importante de todo, es que al final, siempre termino con una sensación de paz y tranquilidad, dicho esto, solamente me queda darte las gracias de todo corazón. SALUD Y UN ABRAZO DESDE PONFERRADA - EL BIERZO - LEON - ESPAÑA.
ResponderEliminar... sé que has vivido como nadie este viaje en autobús, amigo César, este viaje que ahora, que el tiempo ya se empeña en sepultar, veo a través de tus ojos y los de estos muchachos a los que me siento vinculado mientras viva.
ResponderEliminarUn abrazo en tránsito desde Tashkent, Uzbekistán.
Leo esta insuperable página, tras, como tú, unas cuantas horas de bus de norte a sur (más cómodo, pero seguro que menos amable, por muy amable que ha sido) donde de corrido se te derrama tanta sensibilidad en un viaje -una aventura en la que no cabe la palabra “turista” tal como otros la entendemos-. Una visión psicológica, sensible, y sin embargo muy inteligible, a modo de un Periandro (sin Auristela -mira a ver si te valgo para la próxima-). Aquí, Periandro, no siente la necesidad de escusar la peregrinación, es manifiesto que es producto de su "errancia", siempre con el “santo de cara”, ¿siempre?… Siempre magnificando el pensamiento de Pessoa, conocedor de la grandeza y bondad del hombre, descuidando siempre las imperfecciones humanas, creyendo ser, siendo, un Marco Polo apolítico, un Odiseo tras su Ítaca; un adolescente sabio, capaz de adormecer a los leones del rey, un hombre que no quiere cesar en su juego, pareciendo lo que quizás no sea, o siendo lo que no parece… descuidando algunos consejos para su buen gobierno, asombrando a todo "don Diego Miranda" que le seguimos dudando de su cordura, que no de su razón, gozando de esa realidad buscada, caminando tras la felicidad huidiza, y con miedo a soñar por no despertarse Quijano. Reparo y me digo que no te serviría de Auristela en tus viajes, pues en ellos no caben ni el juego de "los dos amigos", ni la disimulación, que serían una barrera en la naturaleza de tu viaje.
ResponderEliminar...me has traído el recuerdo, amigo Pepe, de este postrero libro de Don Miguel que por mor de viajes y equipajes tuve que dejar abandonado en una de tantas peripecias de los personajes que citas. El pecadillo de viajar conlleva sus propias pequeñas penitencias que hay que arrostrar. Y cada vez queda menos tiempo para tener esperanza...o en cervantino, las ansias se mantienen las esperanzas menguan...
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