martes, 7 de septiembre de 2021

...Escapada a Bulgaria...

Al enfermo los médicos le recomiendan sabiamente un cambio de aires y escenario...

(WALDEN, libro de Henry David Thoreau, formando parte de esta mochila) 


...Llegué a Sofía a finales de noviembre de 1991. Había salido de La Zubia con Pandora el 23 de marzo. Ahí se puede entrever la sufrida bici, tumbada, al pie de la foto, foto que entones era diapositiva, ante la grandiosidad de la catedral de Alexander Nevski, esa que se construyó para conmemorar a todos los caídos en la liberación del yugo otomano.

El plan del que era mi segundo gran viaje en bicicleta consistía en llegar al cabo Norte y dar una vuelta por los entonces llamados países del Este. Así, crucé la piel de toro hispana, Francia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria. Llegando a Sofía se terminaba el viaje, así lo comuniqué a familia y amigos en el dossier que preparé minuciosamente y repartí antes de salir. Lo que me callé, que ya dicho periplo era suficientemente pretencioso, era que desde que salí de La Zubia tenía en mente llegar hasta Damasco para compensar con alegría la despedida a la francesa que hice a mis buenos amigos de allí dos años antes... Y así fue, llegué a Damasco el 19 de diciembre...pero esto ya forma parte de otra historia...Eso sí, en la tienda de recuerdos de dicha catedral compré dos discos, dos LPs. de cantos ortodoxos, no suponían un peso excesivo, el tamaño se ajustaba a las alforjas de atrás...cómo resistirme al precio de unas 14 pesetas cada uno...

Treinta años después, con mis potencias mermadas, como es natural, y con la fácil humildad que ello comporta, vuelvo a Sofía. Con la geografía corporal algo trabada, tenía necesidad de salir, cambiar de escenario, la necesidad de cambiar algo aunque a la postre todo siga lo mismo. Cambié, así, este almuñequero paseo Reina Sofía, donde paso tiempos, por Sofía, a secas, y estas cuatro paredes que me acogen por las novedosas de un hotel, que para alguien que va con poco más de con lo puesto, sabiendo siempre que ella no faltara a la cita y teniendo hogar siempre en la soledad, son detalles menores...En llegando a Sofía, presentarme ante este monumento es lo primero que hago una vez dejada la mochila en mi aposento...





 Desde esta cara de  la catedral se puede ver el
 macizo Vitosha: símbolo de Sofía, su referente paisajístico, surge a las afueras de la misma capital permitiendo todo tipo de actividades de aire libre. Parece que nunca una montaña con todos sus atractivos estuvo tan cerca de una capital de país. Está muy bien conectada con teleférico y autobuses. Con uno de ellos llegué hasta el lugar conocido popularmente como los Puentes Dorados. Era la primera mañana de mi estancia, el sol lucía, no tardé en apreciar el aire vivificador de la montaña, ya no me acordaba de cuando fue mi último paseo, tomaba como lujo lo que es cotidiano en mí...Paseando por aquellas gratas espesuras, agradeciendo, andaba, cuando en un claro del bosque me  encontré esta imagen:

...Un inusitado canchal, un asombroso cauce de espectaculares bloques de granito. Por encima de estos cantos había una capa de silencio contrapuntada por el rumor del agua corriendo bajo ellos. El recuerdo fue inmediato. Seguro que alguno de los por mí agradecidos lectores de esta página guarden memoria que hace un par de meses, final de mayo, les compartí esta imagen del Pedregal de Irimia, donde nace el río Miño:         

Tiempo ha que no encontraba tan fiel hermandad de paisajes...Servidor, hermanador de paisajes...



Mi plan búlgaro incluía llegar hasta Nesebar, un remarcable lugar enclavado en una pequeña península artificial en la costa búlgara del mar Negro: Nesebar, patrimonio de la Humanidad... no sobrado de ánimos y ajustado de fuerzas, dejé Nesebar para segunda orden, como decía mi madre, y me bajé del tren en Plovdiv...y fue buena idea, que Plovdiv, la segunda ciudad búlgara, ciudad europea de la cultura 2019, bien merecía una estancia: su casco histórico, de trazado irregular, con callejuelas empedradas y casas pintadas en tonos pastel, sus mansiones estilo renacimiento búlgaro, restos de su pasado romano (teatro, hipódromo...), las siete colinas que la circundan, el río Maritsa que nace en las montañas de Rila y entrega sus aguas en el Egeo...Grato recuerdo de Plovdiv, ahora que veo estas imágenes tan cercanas en el tiempo, ya tan lejanas...  











       

En un puente sobre el Maritsa... 



No me cuesta nada confesarlo, total...mi energía, oh, aquella aparentemente inagotable energía mía, me dio lo justo para ir sacando adelante los días, alternando paseos y visitas con horas, diurnas, gastando los buenos colchones que por suerte tuve. Una tarde, tras descargar la tormenta, aromado el aire, fui a cumplir con uno de mis rituales viajeros: visitar cementerios, en este caso el Cementerio Central de Sofía, a media hora del hotel...No colocaría esta necrópolis, ciertamente, entre las imprescindibles que he visitado, lo cual en nada desmerece la visita...Está muy extendido, todo llano, boscoso, podría pasar por un parque como tantos, muchas tumbas van sucumbiendo bajo la hierba...

Aquí me esperaba ciertamente el momento personal del viaje, esos detalles que me acontecen y que forman parte de lo imprevisible, de cómo lo imprevisto toma cuerpo. Caminaba sin rumbo fijo por los caminos cortados en perpendicular haciendo lo propio: observar las tumbas, las fechas, las fotos, lo epitafios escritos, claro, en alfabeto cirílico...Iba por esta avenida con los curiosos columbarios a un lado, la soledad era total...

...cuando en segundos veo alguien que se acerca y va decididamente a mi encuentro. Era una chica, una mujer delgada, vestida con vaquero y camisa formal, pelo lacio, moreno, tez clara, gafas con cristales que dejaban ver claramente sus lágrimas. Se acerca y me habla; antes que sus palabras se agranden, yo vengo a decirle que Ispaniya...entonces, con soltura, pasa a un inglés del que solo entiendo su pena, calma y desatada, y que por un lugar al que señala está enterrado su padre o su abuelo, que murió no sé si hace tres meses o tres años, un hombre muy bueno, eso sí que lo entendí. Yo me dejé hacer, como siempre fue en mis viajes, y acepté agradecido la bolsa de comida que me entregó, y ella se despidió también agradecida, me parece, como tras haber cumplido una labor...        

Ya en el hotel vi con detalle el contenido de la bolsa: un generoso racimo de uvas, sin pepitas, una chocolatina tipo kit kat, una galleta tipo barquillo de vainilla y un paquetito de deliciosas galletas de almendra, pura almendra, de esas llamadas moscovitas...y en ratos de los días di cumplida cuenta de todo, a la salud de la chica que me la ofreció... 

Fue en Plovdiv, quién me lo iba a decir, donde tuve información del caso. Al terminar mi visita, en solitario, a una de las muy elegantes casas de renacimiento búlgaro, viendo la amabilidad de la señora que estaba al frente (guardaba un cierto parecido a nuestra Amparito Baró), su esfuerzo por decir unas palabras en español, su simpatía, no dudé que era la persona adecuada para preguntarle el caso del cementerio...Pidiéndole disculpas por mi inglés, apoyado en su comprensión y por mis gestos, vine a decirle, a querer decirle...el otro día estuve paseando por el cementerio de Sofía, iba por una de sus avenidas y se acercó a mí una chica llorando, primero me habló en búlgaro y después en inglés, me contó que se había muerto un familiar y me ofreció una bolsa con comida que, por supuesto acepté, y se fue...Ella, sin mostrar extrañeza por lo contado, me habló de las fechas de fiestas y conmemoraciones, de visitas generales a los cementerios, al estilo de nuestras tradiciones católicas. Paralelo o ajeno a esas fechas, de manera particular, cada familia celebra, a su gusto, si hace un mes, tres meses, un año...de la muerte de sus allegados...Y vino a decirme que lo que me había pasado era una costumbre que ya se estaba perdiendo y que había hecho lo correcto al aceptar el presente...

    

...Amanece en Sofía. Mi hotel queda cerca de la popular avenida Vitosha, el animado bulevar a estas horas desierto. Voy camino de las estación de Serdika, que viene a ser así como la Puerta del Sol madrileña, para tomar el metro que me lleve al aeropuerto.  Voy con mi liviana mochila, apenas lastrada con un par de pomos de madera con esencia de rosas (cómo no comprar estos detalles estando en Bulgaria, aún sin saber a quién los regalaré).... En pleno bulevar me encuentro una botella de cerveza de litro, de plástico, cortada por arriba, conteniendo unos cuantos girasoles en agua. Su precio, 1 leva (la mitad de un euro).  Miro atrás y veo cómo los primeros rayos de sol van pintando las cumbres de Vitosha. En un segundo veo todo lo que he visto estos días, mis serenos, pausados, ratos de actividad y mis inevitables anchos descansos. Me iba en las mismas condiciones físicas y anímicas en que vine, pero, dicen los adagios, el que viaja, lo mismo que el que come, escapa, mientras he ido y he venido vida he tenido, y que algo tenía que cambiar para optar a que que todo pueda seguir siendo lo mismo...Con esa imagen de los solitarios girasoles, contrapunto nostálgico, entro en el metro...

...En el trayecto de regreso iba recordando una de las tantas cosas que dicen pueden ocurrirnos al morir, todas válidas, todas inciertas, porque nada sabemos...pero me adhiero a esta que dice que podremos, al fin, saber aquello que fue enigma personal en vida (qué habrá sido de aquel niño cuya voz me cautivó junto a un río de Chile, quién se encontraría el sombrero que perdí en Atenas, a quién se le perderían los diez euros que encontré cerca del aeropuerto de Málaga, qué habrá sido de aquella chica Margarita de Corinto, o Daniel, aquel inglés con el que caminé un glaciar de Nueva Zelanda, o de Argos (así lo llamé yo), el perro que me acompañó fielmente todo un día y toda  una noche por las montañas del Parnaso, o de aquella humilde familia rumana cerca de la frontera húngara que me invitó a dormir en su casa rescatándome de la marquesina, o de Giovanni, el niño siciliano que se empeñó que le sacara una foto junto a Pandora, de los policías camino de Petra...mi lista no tiene fin...y en este caso que me ocupa, saber de esta chica del cementerio de Sofía que lloraba, y del abuelo, o padre, por quién lloraba, poder ver a este hombre a cuya memoria (iba a decir a cuya salud) comí las viandas...


14 comentarios:

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  2. Antonio, precioso relato... Dan ganas de viajar por donde tu has viajado, recrearnos en lo que tu has contemplado, y esperar que se repitan esos encuentros que tu has tenido...

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  3. ...para cada uno guarda el viaje su propia sorpresa. Sea como sea te recomiendo estos lugares, bonitos donde los haya y seguros en todo.

    Gracias, amigo Pepe, un abrazo desde estos días en Almuñécar.

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  4. Hola....
    Tu relato me trae recuerdos de mi primera visita a Sofía...en el 91.tambien...una ciudad que excepto si gran catedral me decepcionó pues me mostró una vida y unas necesidades que no conocía....años después fui a Plovdiv y allí en el teatro romano vi un grupo folklórico del país Vasco...bailar...una casualidad... qué se yo....me has traído recuerdos y es que tu relato está lleno de nostalgia... amigo Antonio... todos estamos aquí de paso..unos vamos otros fueron y otros irán... guardianes de esta tierra nuestra...
    Me encantan tus viajes...y te deseo salud para seguir..y así te seguimos otros.

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    1. Grandes,graves, palabras tuyas. Naturales...el llegar, el estar, el pasar...volver siendo los mismos otros...cómo verías Sofía si volvieras ahora...creo que es pariente lejano de aquella otra.Ajeno a la propia Bulgaria, este viaje para mí quizá haya representado la certeza de afrontar lo que venga de otra manera, acoplando ánimos y fuerzas...Espero seguir contándotelo...

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  5. ¡Qué magnífico don el tuyo! ... Aunque sé que no estás en tu mejor momento físico y anímico, leyendo esta página no lo parece en absoluto... Es más, consigues que olvidemos, aunque sea brevemente, nuestros pesares.
    Gracias, amigo... Confío en que recuperes ánimo y energía para que continúen tus viajes y los compartas... Un abrazo grande.

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    1. ...como dirían los antiguos, sin perder vigencia el dicho: DIOS TE OIGA...

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  6. Gracias por esta página melancólica y preciosa. No conozco el este del continente con sus lugares interesantes. Leo que estás en la convalescencia un poco agotado y desanimado. Espero que te mejores pronto. Con la edad, con los años que tenemos este texto conocido consigue su importancia: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora." Nuestra vida con los años nos da restricciones, nos mengua el radio de acción. Yo sé que no es facil aceptarlo.
    Hace unas semanas leí un libro de una escritora alemana (Helga Schubert), diría su biografía escrito con 80 años. Describió de una manera muy amable y consoladora el envejecer: En mi vida me apropié de todo lo que quería, de amor, alegría, imagenes, recuerdos, fantasías. En cada momento todo está dentro de mí. Y cuando seré muy mayor me quedará todo eso. Es mi tesoro. (mi traducción)
    Leyendo tus recuerdos, los acontecimientos que viviste en tus viajes incontables este párrafo me volvió en la mente.
    Salud y un abrazo

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    1. Gracias, Ulrike, siempre, por tus palabras, por las citas de libros, las referencias, las sugerencias de otros escritos...En cada vida vivimos lo que otros ya vivieron, sintieron, pensaron...y por un momento pensamos que hay alguna novedad en nosotros: es lo de siempre que se renueva...A todo llegamos y de todo saldremos...Salud y que disfrutes de tu tierra hispana...

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  7. Amigo don Antonio, ya van varias lecturas de repaso, y cuanto mas lo repaso, mas pereza me da hacer un comentario, pues no se como expresarte mi gratitud por tu esfuerzo, que según tu es un placer para tu persona, y que siga siendo por muchos años. SALUD Y UN ABRAZO DE TODO CORAZÓN.

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    1. Ay, amigo César, con tu disfrute de la misma y con que gracias a un servidor puedas viajar a donde no parece que vayas a hacerlo, es suficiente...el mismo abrazo que te devuelvo.

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  8. Como no acordarme de Petro, aquel búlgaro que , en su madurez ,trabajaba de manera constante y silenciosa en la campaña de aceituna. Sofia siempre se me ofrece como una ciudad melancólica y seguro que será tan alegre o más que cualquier otra ciudad donde habitan niños, jóvenes, estudiantes, trabajadores , maleantes, etc., lo que viene habiendo en todos sitios. Será su luz, o la luz que se transmite en las fotos o en las imágenes de televisión que es el único referente que tenemos los que algún día podremos disfrutar de algunos de tantos lugares que nos muestras.

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    1. ....de todas las ciudades tenemos unas ideas construidas con retales de lo que nos dicen, vemos, conocemos, referencias...a veces al llegar al lugar, esa imagen trata de imponerse ocultando la que estamos viendo...Pensamos en Sofía nos viene una imagen de imágenes, lo mismo con París, o Bucarest o Atenas...en todo hay de todo y en buena parte veremos lo que somos o llevamos...un abrazo y gracias por tu comentario.

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  9. Me viene a la mente, y pienso..., quien sabe si todos esos personajes que nombras que te salen al encuentro, no son la misma persona o luz de guía....? ese abnegado angel de la guarda tuyo, al que aludes en otra entrada de este blog....

    "Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente...."

    Corintios 13, 12

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