miércoles, 25 de junio de 2025

...en la Tumba de IRENE PAPAS...

...el autobús al que me he subido media hora antes en Corinto me deja junto a la gasolinera. Cuando sigue su ruta veo al otro lado de la calzada la iglesia: he llegado a Chiliomodi, una de las metas concretas en este regreso al Peloponeso. Me acerco a la iglesia y veo un cierto movimiento, aún no sé si festivo -más de una vez me he encontrado una celebración de pueblo al que como viajero discreto o ya como persona mayor he sido invitado a acercarme y tomar algo de lo que se reparte-; mientras llego veo que sobre la mesa de entrada solo hay botellines de agua, gente que bebe, gente que se saluda, ni alegre ni circunspecta, pero me parece ir entendiendo...giro la esquina para ir tomando camino del cementerio, donde voy, seis minutos me marca el mapa, y ya me confirmo el pálpito...
Cualquiera que no sea yo vendría a exclamar algo así como "vaya hombre, en qué momento hemos llegado"...El cualquiera que soy yo piensa que "no he podido llegar en mejor momento"... Un
duelo, un entierro, sus alrededores, su enseñanza, como una muerte, no se tiene todos los días, sobre todo como pasajero, sin mayor implicación que la"existencial". Al ver la tapa de la caja me acordé de aquella vez, ya tantos años, en la isla de Tinos que, visitando un cementerio de pueblo, abrí la puerta de un cuarto junto a la ermita y me topé casi de bruces con un féretro, allí, de pie, abierto, vacío, claro. Luego me dijeron que era recuerdo de los tiempos de pobreza, común a tantos lugares (en El Hierro, sin ir más lejos, en Guarazoca, permanece la llamada cueva de la caja, donde se guardaba el ataúd comunitario usado por todos en buena hermandad en el desfile al otro barrio -al Hades, pega decir, estando en Grecia- y lo mismo vi en la isla de Halki y alguna más que voy olvidando). Volviendo a Chiliomodi, a esa media media mañana en que giré la esquina y que mientras por la puerta principal los dolientes y acompañantes tomaban agua, por la lateral de poco no me choco con los dos elegante empleados, camisa blanca, chaleco de raso, corbata, que sacaban al buen difunto... Ahí va un libre... Era un hombre, pasó delante de mí, yo sombrero en mano en señal de respeto y haciéndome la señal de la cruz... Cuando veo un cadáver, la muerte me recuerda a una partida. El cadáver es justo como un traje abandonado. Alguien parte, y deja atrás el vestido que ya no necesitaba...dijo uno...dio alcance a la verdad, remedaría otro. Lo colocaron en el coche y posteriormente pusieron la tapa en un lateral. Vi cómo accionaban un mecanismo y la caja entraba suavemente en su lugar. Vi al hombre, al difunto, digamos de mi edad, guardaba la compostura, una compostura todavía fronteriza entre lo que fue y ya estaba siendo, la color aún mantenida, vendría a propósito decir aquello de que parecía como dormido, Somnus mortis imago...me vi en él y la campana que en ese momento sonaba, era también por mí por quien doblaba, en un muerto vamos todos los vivos, todos los muertos viven en nosotros...Dos minutos fue toda esta historia. Por calle lateral, para no interferir y, la verdad, 'disfrutar" de la vista, del momento, seguî hasta el cementerio, mi destino en Chiliomodi.
...y allí me posicioné, a la sombra de la iglesia, justo en medio del camposanto, deslumbrante en ese ya casi mediodía. Me llegaba la salmodia del pater y poco más atisbaba. Sí vi cómo el cura levantaba el pañito que se coloca sobre el rostro del finado, todo un símbolo...Tuve la impresión de que fue una partida poco o nada llorada a tenor del parco cortejo (15, 20 personas) y las escasas condolencias. Acabada la ceremonia una señora rociaba colonia en las manos de quien se acercaba y así, en un santiamén, se fueron marchando.
Aproveché que una pareja atajó por donde yo estaba y pregunté por la tumba de Irene: allí estaba, apenas unos metros...
...pero ella podía esperar, mi atención la acaparaba el enterraoreste Juan Simón que por su atuendo pensé que podía ser hindú. Miraba cómo a paletadas iba cubriendo el hoyo, ...y eran doce golpes de azada en la tierra...muchas más...Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja, 
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera... musité como oración...
Prestaba atención al ritmo, la cadencia de las paletadas, paso atrás, giro a la izquierda y suelta, zas, zas, pum...onomatopeyas del más allá... Cuando acabó la faena y se fue con quien parecía supervisor, me acerqué a ver donde había acontecido el encuentro de la tierra con la tierra: no quedaba nada, todo barrido, la losa sellando la tumba familiar. Fuese y no hubo nada... qué solos se quedan los muertos, qué solos nos vamos quedando lo vivos...di, Muerte, ¿dó los escondes y traspones?...
...tal vez necesitaba un trago para pasar y agradecer el trago. Subí al pueblo, me salió al paso un cafetín atendido por una muy amable señora, dicharachera y desdentada. Me eché palante y le pedí en griego el Ouzo con un cubito de hielo y agua. Me lo puso de una garrafa. '¿Inglese?", me preguntó, "spanikó" respondí, y para valorizar mi visita le dije que venía a ver la tumba de Irene. Y sí, buena idea: se le abrió la entraña de los ojos y me dijo ese "bravo" tan habitual entre los griegos. Trasegados dos ouzos le pregunté dónde quedaba la casa que habitó Irene...tras dar una vuelta por el solitario pueblo fue un chico albanés (los albaneses son o eran a los griegos lo que hace años los rumanos para los españoles: cabezas de turco de la delincuencia -más adelante, ya en plena Argolida, una familia albanesa me aliviaría el camino-) el que me dejó en la puerta...
Ahora sí, ahora regresé al cementerio, a leer (Sobre el desprecio de la muerte, de Cicerón, que ha formado parte de la mochila), escribir, sestear, dejar pasar las horas de soflama y estar junto a la tumba de la gran humilde diva, momentáneamente relegada por el imprevisto entierro...
Mi amiga Victoria en Atenas me dice que no ha sido suficientemente reconocida a tenor de sus merecimientos...no como la estrella Melina Mercouri, ambas contemporáneas, ambas compatibles en mi particular altar...me temo que va camino de esa fosa común del desconocimiento que afecta a las nuevas generaciones...
Aquí está, enterrada junto a sus padres, él profesor de teatro clásico y ella maestra de escuela, fue bien guiada por ellos...prendida por el Alzheimer desde muchos años antes de su muerte, trato de imaginar dónde se arrinconaron sus recuerdos con Marlon Brando, con Anthony Quin, sus canciones con el gran Vangelis (su disco Odess forma parte de las músicas de mi vida gracias a mi amigo Imad que me lo compartió en Damasco aquel 1989), con Theodorakis, sus interpretaciones en Los cañones de Navarone, ZORBA el griego, Z, sus papeles en Yerma y La casa de Bernarda Alba, en Electra, Medea, Antígona, Penélope...sus tragedias como gran griega, su actuación en el teatro de Mérida en 1988...toda una vida...
 ...yo, abrazo su recuerdo y agradezco, como en otras partes, a otra gente, su aporte para hacer más soportable, y a veces momentánea eternamente feliz, esto de mi vivir...
Tras el sesteo y ya la tarde aliviada por nubes de tormenta eché a andar carretera adelante sin saber, tampoco él lo sabía, que apenas un kilómetro más adelante Dimitrios, 74 años, griego afincado en Francia, Nancy, me invitaría a subir a su coche y me dejó en los aledaños del  castillo de Argos, abierto el camino hacia unos días por la Argólida...
(Las palabras en cursiva hacen referencia a escritos de Fernando Pessoa, Miguel de Cervantes, Jorge Manrique, Antonio Machado, G. A. Bécquer y Mario Benedetti)

miércoles, 18 de junio de 2025

...donde las PIEDRAS SUEÑAN...

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

....Si hay unos versos en mi permanente compaña, como apasionado visitador de ruinas que soy, son estos de Bécquer, aunque, como tantas veces, la palabra ruina define escasamente lo que nombra...
...Si las piedras hablaran aquí habría un diálogo que los siglos han interrumpido, un diálogo que quizá recuperen a la noche, en la soledad de aquella airosa altura (2.150 msnm) una vez que tras la puesta de sol abandonen los turistas el sitio, no con gana, hablo por mí...en pocos lugares como este he percibido el efecto imán.
...estás piedras no hablan: gritan, o susurran, a los que las escuchan, recordándonos la inmortalidad que fuimos, la fugacidad que somos...mudo me quedé: no puedo creer que estoy aquí, alcancé a escribir en wasap a unos pocos destinatarios... Sí, estaba en NEMRUT DAGI, la montaña Nemrut, en el centro oeste de Turquía, a la vista de Mesopotamia, lugares históricos hondos como pocos...
...este lugar hace tiempo que ya, por unas circunstancias, por otras, innecesario hacer un recuento de ellas, había dejado de entrar en los planes de mi vagar por este proceloso mundo donde tanta belleza hay...(conviviendo con tanto desastre). Si profundizo diría que nunca lo tuve como objetivo viajero: lo mantenía, cierto, en esa especie de limbo donde las ilusiones están intactas, conservadas, sin los avatares de tener que ir, pero sin caer ni de lejos en los olvidos. Formaba parte de las ilusiones perfectas, esas que viven y se mantienen ajenas a lo que se conoce como realidad...lo veía tan lejos, tan "a desmano"...
Su origen no me cabe duda que me viene de la revista VIAJAR, esa que empezó su publicación en 1978 y que no recuerdo cuándo me suscribí a ella pero tuvo que ser en torno a 1981 pues ya la recibía en mi domicilio de maestro en Tenerife. Era la revista en que abrevaba mi sed viajera, calmándola y poniendo las bases de un futuro que prometía, que ignoraba. Cuando pasados los años los números fueron sumando los llevaba a encuadernar, a más de comprar en dicho formato todos los ejemplares desde que empezó su andadura.
Y, ciertamente, ahí tuve que tener el primer deslumbre sobre este lugar...me lo encontraría más veces, no me extraña, así hasta este siglo cuando internet tomó el testigo.
(Los tomos de Viajar, durmientes, así como una cumplida tonga de números sueltos, allí están, a oscuras, ellos que tanta luz me dieron, en un rincón de La Zubia. Otro montón de revistas, no pocas, me recuerdo llevándolas una noche, como a escondidas y avergonzado de hacerlo, y colocarlas junto a un contenedor azul, allí en mi pueblo. En fin...)
...pero, mira por dónde, diría que la idea de NEMRUT DAGI estaba más, mucho más, madura de lo que suponía: germinó y creció hace meses cuando mi de verdad inolvidable subida al monte Adam, aquel monte santo en Sri Lanka. De cumbre cónica y religiosa a cumbre cónica y mítica, ambas icónicas y con altitud semejante...y ya no tenía más que buscarle tiempo y marchar. 
...todavía las gloriosas, mitológicas, ruinas de Troya frescas en mi retina, el vuelo Pegasus me lleva de Estambul a Adiyaman. En el humilde aeropuerto esta imagen da la bienvenida y dice a las claras que estoy en su camino; son unos 70 km pero por más que previamente había buscado no encontré información de combinación, transporte público, para llegar...correspondía hacer lo que otras veces: dejarme ir, sin prisa, mirando las caras de a quien me dirigiría, ahora ya con el apoyo del traductor. Las gestiones fueron perfectas y no eran las diez de la mañana cuando tras un minibús hasta la ciudad de Kahta, otro hasta la aldea de Karadut (por cierto Karadut significa mora negra, el fruto) y un todo terreno que apareció preguntando por mí (mister Yosé Antonio) no eran las diez, como digo, cuando ya estaba en mi hotel en la propia montaña, recibido brazos abiertos por Zeynel, el encargado, que por amabilidad, hospitalidad y detalles sin cuento rivalizó en que el recuerdo de mi paso por NEMRUT DAGI se viera justamente dividido entre la historia y él. Él me había enviado el todo terreno respondiendo raudo a un correo que le envié. Al decirle mi nombre, Antonio, él recurrió al Banderas, como tantas veces me pasó, y se reía cuando le expliqué el significado de bandera...Tenía ya preparada la habitación, tomé el siempre presente té y me eché unas reparadoras horas de sueño, tras la desvelada noche en el aeropuerto de Estambul. Eran las 3, sol fuerte, calor soportable, cuando eché a andar carretera de adoquines arriba.
Eran unos seis km hasta el control de entradas más otros dos hasta la base. Si nunca tengo pereza, en este caso menos que nunca: no recuerdo personales niveles de motivación tan altos.
Pasaba algún coche que otro pero salvo que me invitaran a subir no tenía empeño en llegar rápido, tenía tiempo, el camino había sido largo y quería disfrutar del premio...ya casi al final paró el coche de tres muy amables muchachos, dos hermanos y un sobrino...eran kurdos, como el propio Zeynel y otro par de muchachos que conocí después, muy amables, ¡kurdos tenían que ser!
...ellos se fueron tras una ojeada rápida, sacarnos la foto e intercambiarnos los teléfonos, no sin antes invitarme, reiteradamente, que me fuera con ellos, ahora mismo, a su lugar, Urfa, que fuera su invitado, que allí había cosas grandes que ver...(esto de creer que uno es dueño de su destino...)
 ...un par de gratísimas horas arriba, dando vueltas al falso cono "casi volcánico", contemplando las terrazas este y oeste, escudriñando todas las cabezas desde todos los ángulos, encuadrándolas en las fotos que comparto, viendo cómo la caída de la luz dimensionaba de otra manera lo que había contemplado un rato antes. No recuerdo o no sé explicar qué sentía estar allí tras tantos años y estar ante las grandiosas figuras que son las cabezas de las colosales esculturas, sobre nueve metros, que dan idea de cómo sería aquello, el grandioso sueño que concibió para su tumba el rey Antioco l (siglo l a. C.)...leones, águilas, dioses...
En la red hay cumplida información y en ella encuentro una probable reconstrucción del monumento en una de sus terrazas...
El cono que remata la montaña no es natural, son incontables fragmentos pedregosos que forman el túmulo bajo el que debe estar la tumba de dicho rey...
Una vez puesto el sol comienza el desfile de salida, no es posible permanecer allí, hay estricta vigilancia. Familias enteras, vans (furgonetas de viajeros), coches, empiezan el regreso. Yo eché a andar extendiendo el brazo con el pulgar hacia arriba, sin suerte. Cuando recogí el brazo y me disponía no poco gratamente a disfrutar de los seis kilómetros en bajada entre la tibieza del aire y la luz lunar que ya ha iba tomado el testigo de la noche se detuvo un coche que me invitó a subir, una pareja, él, Ramadán, policía, ella, Fatma, profesora, y el niño Brahim. Me dieron dos melocotones de Bursa: lo mejor que puedo decir de ellos es que en olor y sabor me recordaron a unos priscos que había en el huerto de la casa donde nací, ummmm...Y me dejaron a la puerta del hotel donde ya me aguardaba Zeynel. Me dijo que la cena estaba lista, que me invitaba: ensalada, sopa, arroz y pollo..
...cantidad ciertamente muy por encima de mis posibilidades...pero debía de tener huecos olvidados porque dejé limpios los platos. Como un bendito caí en la cama, recordando puntualmente los hechos del día, al arrullo de los chorros de agua del manantial... más que agradecido...
Me disponía a tomar el desayuno en el comedor cuando Zeynel dijo más con gestos que palabras que allí no, que afuera, que cómo iba a ser lo mismo, arrobado mientras señalaba el paisaje...
Foto de rigor y ya solo quedaba partir. Él mismo había prenotado al colectivo y con más gente que venía de sabe Dios dónde emprendimos el camino a Kahta. Una viejita se subió más adelante: era su madre, que iba, la llevaba, al médico; me enseñó su carné, 78 años. ¡Cuántas historias cruzándose!, me pareció estar en mis primeros tiempos viajeros pero ya con la suerte de la veteranía, sin perder ápice de curiosidad, de agradecimiento y una inherente , digamos, inocencia. Zeynel dejó a su madre y me acompañó donde yo cogería el colectivo a Malatya, (desde donde seguiría para Erzurum), me pagó el pasaje, tomamos té y con gusto me eché un cigarrillo liado por el mismo...
Vine a ver piedras (🙏) con historia de la 
Humanidad y se me cruzaron historias humanas que apuntalan la fe en el ser humano. Decir que estoy acostumbrado a estas cosas sería hacer justicia a aquel mi iniciático viaje con Pandora en 1989, pero sigo tan sorprendido y rendido como entonces y a veces "no sé dónde meterme"...
(DONDE LAS PIEDRAS SUEÑAN...es un verso de Antonio Machado).