Cualquiera que no sea yo vendría a exclamar algo así como "vaya hombre, en qué momento hemos llegado"...El cualquiera que soy yo piensa que "no he podido llegar en mejor momento"... Un
duelo, un entierro, sus alrededores, su enseñanza, como una muerte, no se tiene todos los días, sobre todo como pasajero, sin mayor implicación que la"existencial". Al ver la tapa de la caja me acordé de aquella vez, ya tantos años, en la isla de Tinos que, visitando un cementerio de pueblo, abrí la puerta de un cuarto junto a la ermita y me topé casi de bruces con un féretro, allí, de pie, abierto, vacío, claro. Luego me dijeron que era recuerdo de los tiempos de pobreza, común a tantos lugares (en El Hierro, sin ir más lejos, en Guarazoca, permanece la llamada cueva de la caja, donde se guardaba el ataúd comunitario usado por todos en buena hermandad en el desfile al otro barrio -al Hades, pega decir, estando en Grecia- y lo mismo vi en la isla de Halki y alguna más que voy olvidando). Volviendo a Chiliomodi, a esa media media mañana en que giré la esquina y que mientras por la puerta principal los dolientes y acompañantes tomaban agua, por la lateral de poco no me choco con los dos elegante empleados, camisa blanca, chaleco de raso, corbata, que sacaban al buen difunto... Ahí va un libre... Era un hombre, pasó delante de mí, yo sombrero en mano en señal de respeto y haciéndome la señal de la cruz... Cuando veo un cadáver, la muerte me recuerda a una partida. El cadáver es justo como un traje abandonado. Alguien parte, y deja atrás el vestido que ya no necesitaba...dijo uno...dio alcance a la verdad, remedaría otro. Lo colocaron en el coche y posteriormente pusieron la tapa en un lateral. Vi cómo accionaban un mecanismo y la caja entraba suavemente en su lugar. Vi al hombre, al difunto, digamos de mi edad, guardaba la compostura, una compostura todavía fronteriza entre lo que fue y ya estaba siendo, la color aún mantenida, vendría a propósito decir aquello de que parecía como dormido, Somnus mortis imago...me vi en él y la campana que en ese momento sonaba, era también por mí por quien doblaba, en un muerto vamos todos los vivos, todos los muertos viven en nosotros...Dos minutos fue toda esta historia. Por calle lateral, para no interferir y, la verdad, 'disfrutar" de la vista, del momento, seguî hasta el cementerio, mi destino en Chiliomodi.
...y allí me posicioné, a la sombra de la iglesia, justo en medio del camposanto, deslumbrante en ese ya casi mediodía. Me llegaba la salmodia del pater y poco más atisbaba. Sí vi cómo el cura levantaba el pañito que se coloca sobre el rostro del finado, todo un símbolo...Tuve la impresión de que fue una partida poco o nada llorada a tenor del parco cortejo (15, 20 personas) y las escasas condolencias. Acabada la ceremonia una señora rociaba colonia en las manos de quien se acercaba y así, en un santiamén, se fueron marchando.
Aproveché que una pareja atajó por donde yo estaba y pregunté por la tumba de Irene: allí estaba, apenas unos metros...
...pero ella podía esperar, mi atención la acaparaba el enterraor, este Juan Simón que por su atuendo pensé que podía ser hindú. Miraba cómo a paletadas iba cubriendo el hoyo, ...y eran doce golpes de azada en la tierra...muchas más...Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera... musité como oración...
Prestaba atención al ritmo, la cadencia de las paletadas, paso atrás, giro a la izquierda y suelta, zas, zas, pum...onomatopeyas del más allá... Cuando acabó la faena y se fue con quien parecía supervisor, me acerqué a ver donde había acontecido el encuentro de la tierra con la tierra: no quedaba nada, todo barrido, la losa sellando la tumba familiar. Fuese y no hubo nada... qué solos se quedan los muertos, qué solos nos vamos quedando lo vivos...di, Muerte, ¿dó los escondes y traspones?...
...tal vez necesitaba un trago para pasar y agradecer el trago. Subí al pueblo, me salió al paso un cafetín atendido por una muy amable señora, dicharachera y desdentada. Me eché palante y le pedí en griego el Ouzo con un cubito de hielo y agua. Me lo puso de una garrafa. '¿Inglese?", me preguntó, "spanikó" respondí, y para valorizar mi visita le dije que venía a ver la tumba de Irene. Y sí, buena idea: se le abrió la entraña de los ojos y me dijo ese "bravo" tan habitual entre los griegos. Trasegados dos ouzos le pregunté dónde quedaba la casa que habitó Irene...tras dar una vuelta por el solitario pueblo fue un chico albanés (los albaneses son o eran a los griegos lo que hace años los rumanos para los españoles: cabezas de turco de la delincuencia -más adelante, ya en plena Argolida, una familia albanesa me aliviaría el camino-) el que me dejó en la puerta...
Ahora sí, ahora regresé al cementerio, a leer (Sobre el desprecio de la muerte, de Cicerón, que ha formado parte de la mochila), escribir, sestear, dejar pasar las horas de soflama y estar junto a la tumba de la gran humilde diva, momentáneamente relegada por el imprevisto entierro...
Mi amiga Victoria en Atenas me dice que no ha sido suficientemente reconocida a tenor de sus merecimientos...no como la estrella Melina Mercouri, ambas contemporáneas, ambas compatibles en mi particular altar...me temo que va camino de esa fosa común del desconocimiento que afecta a las nuevas generaciones...
Aquí está, enterrada junto a sus padres, él profesor de teatro clásico y ella maestra de escuela, fue bien guiada por ellos...prendida por el Alzheimer desde muchos años antes de su muerte, trato de imaginar dónde se arrinconaron sus recuerdos con Marlon Brando, con Anthony Quin, sus canciones con el gran Vangelis (su disco Odess forma parte de las músicas de mi vida gracias a mi amigo Imad que me lo compartió en Damasco aquel 1989), con Theodorakis, sus interpretaciones en Los cañones de Navarone, ZORBA el griego, Z, sus papeles en Yerma y La casa de Bernarda Alba, en Electra, Medea, Antígona, Penélope...sus tragedias como gran griega, su actuación en el teatro de Mérida en 1988...toda una vida...
...yo, abrazo su recuerdo y agradezco, como en otras partes, a otra gente, su aporte para hacer más soportable, y a veces momentánea eternamente feliz, esto de mi vivir...
Tras el sesteo y ya la tarde aliviada por nubes de tormenta eché a andar carretera adelante sin saber, tampoco él lo sabía, que apenas un kilómetro más adelante Dimitrios, 74 años, griego afincado en Francia, Nancy, me invitaría a subir a su coche y me dejó en los aledaños del castillo de Argos, abierto el camino hacia unos días por la Argólida...
(Las palabras en cursiva hacen referencia a escritos de Fernando Pessoa, Miguel de Cervantes, Jorge Manrique, Antonio Machado, G. A. Bécquer y Mario Benedetti)
Estiras la cremallera de la mochila de los recuerdos y sacas un relato que me hace sentir que estoy presente en aquel cementerio. Llegar a la tumba y la casa de Irene Papas es algo muy comprensible para mi, recordando aquellas tardes en Damasco escuchando Odes juntos. Los que habían escuchado su voz y la música de Vanglis pueden saber cómo los dos pudieron perforar los momentos de silencio y transportarnos a otro mundo.
ResponderEliminarBravo o chapó por los pasos que das y por lo que nos das con tus relatos. Expresar lo que siento leyendo tus palabras no es posible con palabras. Gracias amigo mío !!
..más que obvio que estabas presente en aquel cementerio, hoy ya tan lejano desde este Madrid, y que las líneas iban muy para ti. MENOUSIS, incluso su trágica historia, nos une hasta nuestros desenlaces. Recuerdo que incluso, sin saber su temática, la puse de banda sonora en mi primer viaje al monte Athos...
ResponderEliminarGracias🙏🙏🙏
Siempre un placer leerte y aprender de tus vivencias!!! Un besazo desde Ftv
ResponderEliminarEncantado, amiga Mercé, de propagar lo que veo y que tal vez pueda servir a otros...un fuerte abrazo ya en Madrid.
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Ay Antonio!
ResponderEliminarVivir la vida y la muerte:
Profundizas tus vivencias en el cementerio con elocuencia poética.
🙏
Y demuestras lo que siempre me dijiste: la hermana muerte siempre me acompaña .
(De una buena amiga)
Amigo don Antonio, el regocijo que he sentido, dándole unas coceduras a tu publicación, me han dejado el cuerpo y la mente relajados para toda la semana, mes, etc. siempre que vengan los recuerdos a mi mente. Como siempre, no me queda otro remedio que darte las gracias por tu esfuerzo para con todas tus amistades. SALUD Y UN ABRAZO DESDE PONFERRADA - EL BIERZO - LEON - ESPAÑA
ResponderEliminarAmigo César: magníficas, sobrevaloras estas mis impresiones de camino, debe ser propio visto desde el cotidiano sedentarismo. Lo que me sale por la letra es una parte, y no grande, de lo que mana del corazón...y ahí seguimos...
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