...en aquellos mapas del ejército que hasta bien pasados los años ochenta del pasado siglo se compraban, no sin ciertos requisitos, en los gobiernos militares (recuerdo comprar más de uno en la plaza Weyler de Santa Cruz de Tenerife) en el de El Hierro, junto a nombres de indudable origen prehispánico, bimbache, si se quiere (Azofa, Nisdafe, Amacas, Tiñor, Tamaduste, Garoé...) aparecía un para mí enigmático rótulo en lo que sería Nisdafe, la meseta alta, inclinada, campos de pastoreo, entre San Andrés y los rebordes de El Golfo: La tierra que suena, tal cual...Salvo con Josep, amigo catalán que aportó hondos conocimientos a mi vida y del que perdí, extraña, absurdamente, el rastro, con nadie llegué a tratar el motivo, sugerencia, origen...de este nombre. Tal vez lo decía todo...pensando en ello retomé un tiempo de Arcadia, como si del verano pasado a este hubiera habido un paréntesis que ahora volvía a abrir... 
...Kevin Jesús, aquel mi querido niño de La Gomera, una mañana escolar, me preguntó a bocajarro: maestro, ¿las moscas duermen?. Igualmente, en otra ocasión me preguntó cuál era el lugar más lejano del mundo o cuántos nombres de personas había...al lado de estas enjundiosas preguntas la mía del otro día fue una minucia: ¿los ratones tienen pestañas?. Y me fui con la cuestión a la a veces sabia, otras díscola, con frecuencia errada IA...
Una de las actividades cotidianas del tiempo que vengo de pasar como Housekeeper o Hausemeister, "vulgo" guardés, en El Hierro, era la de mirar las trampas repartidas por la casa, pocas para tanto roedor, y sacar los cadáveres (malditos roeores como recuerdo que se decía en aquellos dibujos animados de Pixie y Dixie y el gato Jinks). La trampa era implacable: los atrapaba por el pescuezo apenas traspasado el trágico umbral y allí se quedaban, tiesos. Los sacaba y allí estaban: abiertos los ojos de par en par, como sorprendidos, cómo diciendo qué me ha pasado, asombrados, como viendo el más allá, mirando lo que nunca antes habían visto..

...Sally. Si alguien que lea esto tiene o ha tenido perro pensará en la obviedad de lo que escribo y que no es sino mi personal caer en la cuenta de lo que es su inteligencia, o lo que creemos que es ella en ellos, la relación que se establece entre un ser y otro. En esta ya cuarta vez que me quedo como su cuidador y paseador he seguido aprendiendo de sus gestos, sus costumbres, sus maneras, su buena educación, sus temores (por ejemplo a los tambores, los ruidos estridentes, los motores...) y el irse resignadamente a su lugar cuando me veía ponerme el chaleco amarillo que indicaba que me iba a dar un paseo con la bici... y los saltos de alegría que daba, emotivos y entrañables en mi soledad de cada día, cuando regresaba, nunca más de dos horas después. Ay, menos mal que vuelves...algo así me parecía que hubiera dicho de hablar...
Casi estoy seguro que fue el abuelo de Airam, el señor Nicolás, conocido por todos por "Colaco", que en paz descanse (un sabio de esos que en El Hierro han sido, de esos que da la Tierra a los que están en ella, la sienten y trabajan, hombre que en otras páginas he nombrado), el que me diera el dato. Desde aquellos años no he vuelto al lugar. El otro día volví a pasar por el barranquillo y allí, tras pasar una maraña de telarañas, otra multiplicación de este año, como los ratones, y de multitud de amores secos pegados a mis pantalones y a toda Sally, llegamos a la llamada cueva de la caja, que cité no hace mucho en un página desde Grecia, la caja de los muertos, la caja comunitaria. Allí dejaban el ataúd hasta el siguiente servicio. Regresando del paseo, pasando por la Cruz al Barranco, conversé un rato con la señora Josefina, al frente de la venta cuando estaba de maestro, y me contó que ella ya no vivió eso y que había oído a su padre decir que alguien dijo un día que ya se había acabado, que ya cada cual podía pagar su caja...Recuerdo hace años pasar por el camino que desde El Pinar va a Valverde y había un rincón con un a modo de mesa: era el descansadero para la comitiva fúnebre de un lugar a otro, camino del cementerio de Valverde...
...Y así pasó el tiempo, nadie me dijo que podría alargarlo, aunque, eso sí, me dieron la posibilidad de ensancharlo, hasta donde diera de sí, hasta donde pudiera o me apeteciera. Vine con un número de días, eso es lo que había, y eso fue lo que hubo. Non plus, non minus. Un año después mis amigos confiaron en mí y volvieron a dejar a mi labor el cuido de su casa y de este personaje que irrumpió en mi vida hace cinco años. Cada vez pienso con más peso que eso, dejar tu casa, es una de las mayores, sino la que más, pruebas de confianza en alguien. Siempre recuerdo, cuando yo estaba en los albores de esto que digo, aquel chico yugoslavo, año 1989, con Pandora, que me dejó las llaves, así, porque sí, de su casa en un lugar de la costa dálmata que ya no recuerdo, para que pasara esa noche, dándome instrucciones de uso de cocina y baño, usé lo imprescindible, y dónde podía dejar la llave al día siguiente cuando siguiera camino. Así de simple, así de sublime. Desde entonces ha llovido mucho y se han multiplicado hasta el olvido la cantidad de veces que esto ha pasado...Acabo por pensar de mí que inspiro confianza... 
...llegué, me encontré con el mismo cuarto del año pasado preparado con esmero, una habitación de piedra, una habitación colorida en los tonos propios del aire de la casa, los que me gustan, no he visto otra igual, una habitación que huele a incienso y armonía, por cuyo techo se cuela la claridad nocturna por rústicas claraboyas: a través de ellas pude seguir el ciclo de la luna...y como llegué y coloqué, recogí y partí...
...ya, a pie de barco de Naviera Armas, me aguardaba un postrero regalo donde tantos hubo: aquella alumna, tan graciosa, Yarina. Allí estaba, en la explanada del puerto, controlando los pasajes. Recuerdo una de sus anécdotas...Estaba la maestra de inglés, Nina, dando la clase a los cuatro mayores en el reducido espacio justo en la entrada cuando yo pasé por allí y por decir algo le dije a la maestra: Nina, que seas indulgente con los niños...y volviéndome donde Yarina le pregunté: por cierto, Yarina, ¿tú sabes qué significa "indulgente"? y ella, con su vocecita que aún conserva, qué encanto, me dijo: es que todavía no lo hemos dado...










































































