<<NADA ES TAN BELLO COMO LAS RUINAS DE UNA COSA BELLA>>
(Augusto Rodin)
...cuando aquel mi recordado viaje de cuatro anchos meses a Japón, 2016, en el tiempo que pasé en Kioto leí que había en la ciudad imperial tantos templos que uno podía pasar un año en ella visitando uno diferente cada día, y no se verían todos. No recuerdo cuántos visité, carece de importancia el dato... como remataba Machado en uno de sus sencillos y profundos versos:...solo recuerdo la emoción de las cosas
y se me olvida todo lo demás...
Solo recuerdo lo mucho que me gustó todo, digamos que no salía del estado de encantamiento, si se me permite, de mi pasmo permanente ante aquellos templos de los que apenas entendía historia y tradición, me veía admirado de poder transitar entre ellos, me fascinaba aquel conjunto de escalinatas, de puentes laqueados, de estanques y arroyos, aquellos jardines, zen por zen, tanto detalle exquisito por doquier, aquellas casitas de té (anda, hombre, date un gusto, dispéndiate, me decía la voz, tal vez la de la conciencia relajada...), aquella quietud, aquel otoño enseñoreando todo, aquel color magnificando el propio aire (...fue cuando entendí, claro, que los japoneses tuvieran, tienen, una palabra -MOMIJIGARI- cuya traducción sería pasear para contemplar las hojas del otoño...).
Bien, permitido me he esta divagación, este largo proemio, como introito para esta página...decía que AYUTTHAYA...
Ayutthaya queda 80 km al norte de Bangkok. Su interés actual está lejos de la importancia que en su tiempo tuvo: de aquella importante capital que fue se nutre la sombra que hoy es. Encrucijada de caminos, puerto, centro comercial...y capital del reino de Siam: con ello ya puede estar todo dicho; su esplendor estuvo entre los siglos XIV y XVIII. Si he traído a colación este recuerdo de Kioto es por el número de monasterios y santuarios, y palacios, que -Estos, Fabio, ¡ay dolor!...- llegó a tener en su apogeo.
Los belicosos vecinos del norte, los birmanos, la tomaron y devastaron, dejando reducidas a ruinas sus notabilísimas edificaciones, esas ruinas que hoy son el atractivo, y no pequeño, para el turismo que afluye. La UNESCO, en 1991, proclamó Patrimonio de la Humanidad el llamado Parque Histórico Arqueológico de Ayutthaya. No sin razón.
...En las ruinas el movimiento se interrumpe y el tiempo se suspende...las ruinas se vuelven obra de la Naturaleza, no del hombre...(Woodward)
Servidor ha contemplado más de una ruina en sus devaneos, diría mejor "flaneos", por este mundo, ruinas desde las más ostentosas, aquellas que parecen gritar su orgullo en el desmoronamiento, a las que, cuatro piedras labradas, no más, se asoman tímidamente entre la hierba: todas son un canto a la deconstrucción...no, no es cuestión de hacer un mínimo inventario, sí un leve y aleatorio recuerdo del recuerdos... Olimpia, Mérida, Pompeya, san Ignacio Mini, Tihahuanako, Pelayos de la Presa, Uxmal, Belchite, Butrint, Disibodenberg, Macchu Picchu... ruinas bien puestas, sólidas, y ruinas en proceso de arruinarse. La ruina no tiene prisa, sabe que el tiempo es su implacable, fidelísimo, aliado...y así, con este bagaje, con este ruinoso currículum, camino ya de mi propio colapso, (¿o será eclosión?), ruina esperanzada, llegué a Ayutthaya...
Llama la atención, paseando entre ellas, la cantidad de budas destrozados, la mayoría decapitados: descabezarlos era la forma explícita de manifestar el triunfo, materializar la victoria, el dominio sobre el sitio conquistado...el devenir de la historia y su mudanza... conmueve ver este espectáculo que invita a imaginar cómo sería el lugar cuando todo estuviera puesto en su sitio...
Para compensar este decapitamiento universal, en un rincón del templo Wat Mahathat (Wat es templo) se encuentra este lugar, sagrado por sí y visitado por todo el que llega...los autobuses, de hecho, paran en la puerta del templo...
Tuvo que haber una estatua de Buda que se destruyó, y la Naturaleza, en su natural y lento apropiamento de todo, no se sabe qué sería del resto del cuerpo, pero las raíces del bodhi, justo el tipo de higuera bajo la que se dice que Buda encontró la iluminación, la envolvieron...y ese es el entrañable resultado, ahí está, ignoro desde cuándo...en este presente... qué será de ella dentro de 20, 50, 100 años...su expresión es apacible, serena, conmovedora en su quietud...como digo, es un lugar sagrado de Tailandia, y ciertamente de los rincones y encuadres más originales hallados en mi viajar...
Hablando de raíces protectoras o invasoras, acaparadoras, formas humanas de hablar, recuerdo lugares así, por doquier, no es preciso que sean ruinas venerables, pero sí me viene a la mente aquellas argentinas de san Ignacio Mini donde vi los mayores arrebatos...lo recordé viendo esta entrada al Wat Kudi Dao...
Son muchas las veces que he escrito que uno de los atractivos vinculados al oficio de viajar es la posibilidad, mayor cuanto más se viaja, de establecer relaciones, equivalencias, recuerdos entre lugares, vincular emplazamientos a miles de km o situaciones humanas que solo habitan en nuestro fondo, o trasfondo, interior, y que ahí estaban ajenas a nosotros mismos esperando el día de salir a la luz...desde que llegué a Ayutthaya me vino el recuerdo, apercibido por el color de los materiales (aquí ladrillo, allí piedra), color enardecido a la caída de la tarde, como allí, y como allí unido a la grandiosidad de los árboles circundantes, su tendencia a ir engullendo piedras, muros...hablo de las reducciones jesuíticas, las que visité, en Brasil (san Miguel de Misiones) y Argentina (san Ignacio Mini) entre las que recuerdo... a falta de mis propios archivos busqué en la red y allí estaban, incluso me permití un hermanamiento con este collage...
Quién lo observe de pasada podría pensar que estamos en el mismo sitio siendo que son tres lugares diferentes...
Me permito el recuerdo -al fin y al cabo este blog es mi diario abierto- de aquel día que llegué con Pandora 🚲 a São Miguel de Missões, estado brasileño de Río Grande do Sul. Me faltó tiempo para ir a visitar aquellas santas ruinas. Vi, que con la noche, había un espectáculo de luz y sonido y que esa noche era la última sesión, por fin de temporada...así que, volví al atardecer... qué decir del juego de luces iluminando aquí y allá trasfondando las voces de jesuitas, corregidores, marqués de Pombal, aborígenes...y qué decir si además digo que estaba yo solo en aquel descampado con hileras de sillas. "Aunque sea para uno solo, hay espectáculo" vino a decirme el encargado ...y me regaló un casete con la banda sonora...
...seguimos en Ayutthaya. Alquilé por un euro esa porción extra de libertad que supone una bicicleta, bici un tanto desvencijada, cierto, pero me hizo el apaño, y me fui a visitar más templos...¡Entonces fue cuando me di cuenta de lo grandioso del lugar!...no salía de mi asombro, salían ruinas de templos por doquier, templos, ruinas, que nadie visitaba...
...fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
(G.A.Bécquer)
No tengo que declarar lo evidente, lo tantas veces compartido: mi querencia por las ruinas. Por eso, al llegar a Ayutthaya me puse las botas... cuánto más a esa hora crepuscular, de turistas ya recogidos, en que las ruinas parecen abrirse cual nocturna de tiempo para susurrar su historia, sus siglos, sus vidas, como si se hubieran desperezado para ese sublime solitario momento del anochecer...
Si un monje de aquellos santuarios, o un habitante de aquellos siglos de esplendor, remaneciera y se encontrara con este campo de ruinas, se apropiaría sin dudar de los versos de Rodrigo Caro esbozados al principio, o reescribiría el soneto del clarividente Quevedo, ese que empieza con la famosa estrofa
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quién caduca ya su valentía.
...y concluye con
...y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
que no fuese recuerdo de la muerte.
Cerca de mi hospedaje se encontraba el templo de Thammikarat, ruinas aunque activo santuario viendo las ofrendas que llevaba la gente. Una vez más tendré que decir aquello de "nunca vi cosa igual": una inusitada colección de gallos de diferentes tamaños, todos coloreados y la mayoría con un escrito a sus pies, escrito que traducido hablaba de "dinero y lujuria'...el gallo y los apegos, en el budismo...
...justo allí, como sorteando tanta decadencia, como para recordarme que la vida es eso, un llegar, estar un rato, y pasar, justo allí, acercando su geografía, aún en construcción, a la mía, ya en oración y despedida, apareció esta chica; iba con su familia y me pidió le sacara unas fotos, y ya que se marchaban se volvió y se empeñó en fotografiarnos juntos...Foto de redención...
Pues... aquí estoy sentadito frente al ordenador, disfrutando de tu esfuerzo, y la verdad, es que no tengo nada más que palabras de agradecimiento para tu persona, no hago comentarios, para no estropear la publicación. El cierre de la publicación, te quedo muy bonito, pocas veces se puede apreciar una sonrisa tan natural y agradable a los sentidos. SALUD Y UN ABRAZO DESDE PONFERRADA - EL BIERZO - LEON - ESPAÑA.
ResponderEliminar...había que cerrar, amigo César, con un halo de esperanza aunque efímera..
EliminarLa ruina, como el oxido, que decía Neil Young, nunca descansa...
Paradógico, ayudado por tu mirada, me doy cuenta que tanto el diccionario como yo no teníamos acepción para ver la belleza en la ruina. Reconozco que la hay. Una preocupación me surge viendo las imágenes: no te fíes de esos árboles que engullen budas, a la del quitasol amarillo ya la tienen atrapada por la pantorrilla; habrá que volver dentro de veinte años para ver qué es de ella.
ResponderEliminar...puedo, amigo Pepe, asegurarte que la moza del quitasol estaba completa y si hace falta tengo fotos que lo demuestran...y, de todas formas, si ha de ser una ruina, que lo sea esplendorosa...
ResponderEliminarMe ha parecido fascinante el paralelismo que trazas entre las ruinas de lugares tan distantes: Brasil y sus misiones y Siam y sus templos budistas... Es algo encantador.
ResponderEliminarComo maravillosas me parecen esas raíces que abrazan la cabeza de Buda. Y, desde luego, las citas y los versos tan bien escogidos con que acompañas tus fotos. Pero te confieso que me ha gustado especialmente descubrir esa palabra japonesa , MOMIJIGARI ... Gracias por descubrírmela.
Un abrazo.