...¿Cuál es su unidad de medida?, ¿En qué se miden las cartas?,¿Por
la superficie que ocupan, por el volumen que abultan, por los metros o kilómetros
de letras que les dieron sentido, por el peso del papel que las sostiene, por los litros de tinta con
que fueron escritas, por el tiempo, Tiempo, TIEMPO, que nos ocuparon, por el
sentimiento (amores, arrebatos, esperanzas, desencantos ilusiones, latidos, decepciones…) puesto en ellas...?
...de lo poco que conozco de la Biblia, es en el libro del ECLESIASTÉS donde encuentro un compendio de sabiduría que sobrepasa tiempos, fronteras, religiones...frases lapidarias donde las haya, expresiones que incluso han pasado al habla popular (Por ejemplo No hay nada nuevo bajo el sol...) y que nos ponen cara a cara con nosotros mismos, con todos, con Todo...Por supuesto, lo recomiendo completo, que es muy ancho pero no tan largo; entresaco aquí estos versículos de los que me he acordado a colación del objeto de esta página...
Todo
tiene su momento oportuno:
todo lo que pasa debajo del sol tiene su hora…
Un
tiempo para nacer
y un
tiempo para morir.
Un
tiempo para plantar
y un
tiempo para cosechar.
Un
tiempo para destruir
y un
tiempo para construir.
Un
tiempo para abrazarse
un
tiempo para despedirse.
Un
tiempo para intentar
y un
tiempo para desistir.
Un
tiempo para callar
y un
tiempo para hablar.
Un
tiempo para amar
un
tiempo para odiar.
Un
tiempo para guardar
y un tiempo para desechar…...en estas dos últimas líneas me amparo para la página que trato...
En este proceso de dejación permanente que es la propia vida, proceso que se acelera de grado o a la fuerza cuando vemos que es el propio horizonte el que se nos va acercando, le ha tocado el turno a las cartas, al más que fecundísimo capítulo postal de mi vida...si hubiera sido una profesión, un trabajo remunerado, ese habría sido el mío, uno de ellos, que no solo con gusto sino con envidia y sentimiento miraba a aquellos hombres, elegantes en su sencillez, sentados a la mesita con su máquina de escribir en el zoco de Damasco esperando que alguien llegara a decirle escríbame una carta a tal con el asunto cual...bien que años después, para conformarme, tuve dos encargos: uno cuando en un pueblo que estuve de maestro, en los años ochenta, vino una madre a pedirme que le escribiera al rey, hoy emérito, para, tras describirle la situación familiar nada boyante, se dignara asignarle una paguilla...y otro cuando ya en La Gomera, una compañera maestra se amparó en mi inspiración postal para que le escribiera una carta de despecho a un hombre con el que estaba saliendo...en fin, ya me fui por las ramas...
...tiempo de purgas, de deslastres, de soltar amarres, de saneamientos, tiempo de piras lustrales, de fuegos purificadores, de mirar atrás sin ira...y le llegó el turno al tesoro de mis cartas...
...las cartas que me llegaron tanto a La Zubia como, en su gran mayoría, a los lugares que estuve de maestro, incluyendo las tantas que escribí a mi familia...("mis cartas eran el mejor postre" me decía mi hermana que decía mi padre cuando escuchaba atentamente la lectura de ellas después de comer).
¿Cuántas? pongamos que por encima de quinientas, pongamos que unos 15 kilos llenando esa maleta verde...Eran todas las que estaban pero ni de lejos (¿una octava parte?) estaban todas las que fueron, que ya antes de irme de algunos sitios, aprovechando la noche de San Juan, me deshacía de muchas, junto con ropa imposible, más de un recuerdo etc...Pero juntando todas las que tuve, desde tantos lugares, desde tantas manos, no alcanzarían a la décima parte de las que de las mías salieron (entre cartas y postales que escribí no me dejaría convencer por menos de ¿diez mil?)...así fue...pero no sé por qué hablo en pasado si aún, en el momento de escribir estas letras, ya tengo varias cartas a falta de su sello para echar a volar en cuanto pueda...cartas de toda la vida conviviendo en armonía con las de correo electrónico...
(quedan rincones con más cartas, para otra gloriosa pira)
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo...
Con estos versos de Miguel Hernández, a veces acompañados de un dibujo de un sobre con alas, en las últimas páginas de mis diarios iba anotando todas las cartas que escribía...y todavía...manía a la que ya, para lo que me pueda quedar, no voy a renunciar...
....y ahí las fui echando poco a poco, musitando un gracias, gracias,gracias...mientras contemplaba la hoguera, abstaído pero presente, me acordaba del cartero de mi pueblo, Francisco, apodado, cómo no, el cartero, que recorría La Zubia con su cartera de cuero en bandolera, del cartero de Arico que al darle las cartas me encomendaba interiormente a Hermes para que no me las perdiera, de Mariano en Hoz de Jaca (señor maestro, tiene usted carta.me decía la abuela Rosalía), de Paco y Anita, su hija y sustituta, en Hornos de Segura, del señor Juan en el Hierro, de Francisco de Arure y Francisco en La Dama, ambos, ya recientemente, en La Gomera...la mayoría de ellos están ya de carteros en otras latitudes, tal vez en los campos Elíseos...Y unos pocos, estos últimos, siguen fieles a la cartería rural, ya en extinción...y la de tantos y tantos empleados en tantas oficinas de correos por tantos países en los que he puesto cartas o he recogido las que me esperaban en las poste restante...
Aún rescaté un par de ellas, enviadas como sorpresa y regalo a las manos donde salieron, y otras de remitentes cuyos nombres y rostros y hasta lugares no recuerdo...tanta gente con la que me crucé, por ejemplo, en aquellos casi dos años con Pandora por América Latina, gente a la que, en llegando a España, escribí, me contestaron con ese castellano tan rico y expresivo de aquellas latitudes, y ahí nos quedamos... (Merecerían, merecen, una página aparte...)
...Parafraseando el soneto de Quevedo...cartas fueron, son ceniza, mas tuvieron sentido...
...las cartas que me llegaron tanto a La Zubia como, en su gran mayoría, a los lugares que estuve de maestro, incluyendo las tantas que escribí a mi familia...("mis cartas eran el mejor postre" me decía mi hermana que decía mi padre cuando escuchaba atentamente la lectura de ellas después de comer).
¿Cuántas? pongamos que por encima de quinientas, pongamos que unos 15 kilos llenando esa maleta verde...Eran todas las que estaban pero ni de lejos (¿una octava parte?) estaban todas las que fueron, que ya antes de irme de algunos sitios, aprovechando la noche de San Juan, me deshacía de muchas, junto con ropa imposible, más de un recuerdo etc...Pero juntando todas las que tuve, desde tantos lugares, desde tantas manos, no alcanzarían a la décima parte de las que de las mías salieron (entre cartas y postales que escribí no me dejaría convencer por menos de ¿diez mil?)...así fue...pero no sé por qué hablo en pasado si aún, en el momento de escribir estas letras, ya tengo varias cartas a falta de su sello para echar a volar en cuanto pueda...cartas de toda la vida conviviendo en armonía con las de correo electrónico...
(quedan rincones con más cartas, para otra gloriosa pira)
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo...
Con estos versos de Miguel Hernández, a veces acompañados de un dibujo de un sobre con alas, en las últimas páginas de mis diarios iba anotando todas las cartas que escribía...y todavía...manía a la que ya, para lo que me pueda quedar, no voy a renunciar...
...Oigo un latido de cartas...
…cartas,
relaciones, cartas,
Tarjetas
postales, sueños,
fragmentos de la
ternura
proyectados en el
cielo,
lanzados de
sangre a sangre
y de deseo a
deseo…
…en un rincón
enmudecen
cartas viejas,
sobres viejos,
con el color de
la edad
sobre la
escritura puesto… ....y ahí las fui echando poco a poco, musitando un gracias, gracias,gracias...mientras contemplaba la hoguera, abstaído pero presente, me acordaba del cartero de mi pueblo, Francisco, apodado, cómo no, el cartero, que recorría La Zubia con su cartera de cuero en bandolera, del cartero de Arico que al darle las cartas me encomendaba interiormente a Hermes para que no me las perdiera, de Mariano en Hoz de Jaca (señor maestro, tiene usted carta.me decía la abuela Rosalía), de Paco y Anita, su hija y sustituta, en Hornos de Segura, del señor Juan en el Hierro, de Francisco de Arure y Francisco en La Dama, ambos, ya recientemente, en La Gomera...la mayoría de ellos están ya de carteros en otras latitudes, tal vez en los campos Elíseos...Y unos pocos, estos últimos, siguen fieles a la cartería rural, ya en extinción...y la de tantos y tantos empleados en tantas oficinas de correos por tantos países en los que he puesto cartas o he recogido las que me esperaban en las poste restante...
Aún rescaté un par de ellas, enviadas como sorpresa y regalo a las manos donde salieron, y otras de remitentes cuyos nombres y rostros y hasta lugares no recuerdo...tanta gente con la que me crucé, por ejemplo, en aquellos casi dos años con Pandora por América Latina, gente a la que, en llegando a España, escribí, me contestaron con ese castellano tan rico y expresivo de aquellas latitudes, y ahí nos quedamos... (Merecerían, merecen, una página aparte...)
...Parafraseando el soneto de Quevedo...cartas fueron, son ceniza, mas tuvieron sentido...
...y junto a los versos de Miguel Hernández me venían a la mente los de Fernando Pessoa, suavemente demoledores...
Todas las
cartas de amor son
ridículas.
No serían
cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí
en mi tiempo cartas de amor,
como los demás,
ridículas.
Las cartas de
amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero al fin y
al cabo,
sólo las
criaturas que no escribieron cartas de
amor
sí que son
Amigo Don Antonio, otro gustazo que me estoy dando a cuenta tuya, la verdad que en ese momento de tomar la decisión de pegarle fuego a ls cartas, no me gustaria estar sintiendo esas cosquillas que ponen de punta todos los pelos del cuerpo, y agitan la mente entre satisfacción, pena, culpa, etc. (para ver más sensaciones, leer el principio de la historia, que a mi no se me ocurren más). Creo que eso nos ha pasado, y seguira pasando a todo mundo, cuando arrojamos lastre de la nave de la vida, sin querer, seguimos cargando cosas similares a las que hace poco arrojamos. de lo que estoy seguro es que limpiar del todo nuestra nave, siempre lo hara otra persona. SALUD Y UN ABRAZO
ResponderEliminar...y la nave siempre estará igual de llena y sólo se vaciará cuando el cataclismo que se avecina cambie hasta la nave...mientras tanto, quiero dejar lo más expedito, ordenado y limpio el rodal que me corresponde antes de partir, no importa cuándo, cómo ni para dónde...Un abrazo desde la poca cristiandad de Los Cristianos, sur de Tenerife, donde la isla vira del sur al oeste y viceversa...
ResponderEliminarAntonio, tu pagina me deja pensar en un cuento de Janosch (hoy viviendo en Tenerife!) "Correo para el Tigre".
ResponderEliminar«Querido tigre:
Te comunico que estoy bien. ¿Tú qué tal?
Mientras no vuelvo, ve pelando las cebollas y cociendo unas patatas, porque a lo mejor llevo pescado.
Un beso de tu amigo el oso»
Seguro que conoces esta curiosa historia. Participando en las clases que dieron mis profesores en práctica pude ver varias veces como los niños aprendieron escribir las cartas animados por el cuento de Janosch. Hoy desgraciadamente una arte literaria casi acabada.
En el cuento el hogar de Oso y Tigre se convirtió en el lugar mejor comunicado del mundo. Inventaron el correo postal, el correo aéreo y el teléfono. El correo electronico y un blog ampliarían la lista hoy.
Entonces cambiamos el medio pero seguimos comunicando. Por cierto, entre líneas siempre es lo más importante...
Un abrazo
...recuerdo un libro de Janosch en la colección "El barco de papel" en una de mis escuelas, pero no conocía esa historia que ya he buscado y leído...
ResponderEliminarAmiga Ulrike, la situación en general se puede calificar de lamentable...Hasta los años 2004,05 y hasta 2006, desde que empezara de maestro en 1976, el tema de la correspondencia escolar con otras escuelas era una actividad fija, motivadora, atractiva, llena de sorpresas...A través de ella se trabajaba la lectoescritura y más, con mucho agrado por parte de todos...en parte siguiendo las enseñanzas de Freinet...Los niños se escribían cartas y el punto culminante de ello era cuando se conocían los corresponsales; recuerdo cuando fui con mis alumnos de La Gomera a conocer a sus amigos de una escuela pequeña, como la nuestra, en GRan Canaria...falta de interés y motivación de mis compañeros que ya no conocían este importante recurso, acabó por darle la puntilla...
El palomar de las cartas infantiles cerró su vuelo...
Y yo, como un ejemplar raro y feliz, sigo dándole a los buzones su oficio primero...
Un abrazo
Amigo José Antonio, leí esta entrada de tu blog hace una semana y te confieso que me produjo un cúmulo de pensamientos, sentimientos, reflexiones, nostalgia,... No sé cómo explicarte... Fui incapaz de hacerte ningún comentario... La he leído después varias veces... Aunque entiendo que hay un tiempo para cosa me resulta muy difícil aceptarlo... Y eso que por mi edad debería asumirlo ya... Espero aprender de ti.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Hoy hemos recibido (regalo sorpresa) una de las cartas que libraste del fuego... GRACIAS! MUCHAS GRACIAS!!! ... Cuántos recuerdos... Por aquella época yo mantuve con mi clase correspondencia con una escuela de Texas que conocí a través de una chica americana. Como te explicaba entonces, al valle vinieron muchos extranjeros...
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Recibí un paquete de cartas mías... y llevo días pensando que quizá no sea justo haberlas indultado de esa pira hacia la eternidad.......
ResponderEliminar...pira, eternidad, justicia...palabras enjundiosas pera una página muy sentida, eso sí, pero no pretendidamente pretenciosa...Gracias por tus palabras...Liberé a otros del trabajo de hacer lo que hice, incluso del peligro de botarlas a la basura...Y de todas formas, el indulto es momentáneo: si hay vida hay materia para nuevas piras...antes de pirarme...
ResponderEliminarFeliz entrada de curso para las infantas...