…mis magros conocimientos de la lengua griega se los debo, cómo no, a mi tiempo de seminario, ese tiempo omnipresente en mi vida sin el que no podría entender la evolución de la misma, por unos motivos o por otros.
Del seminario en general y de don Fernando en particular me acuerdo cuando me enfrento a la lectura de una palabra o un texto en griego. Él, don Fernando, era uno de nuestros superiores al mismo tiempo que profesor de griego. Esta asignatura la dábamos en 5º y 6º de Latín y Humanidades, que así es como se llamaba el bachillerato que hacíamos en aquel enclaustrado lugar, un claustro que al paso de los años tanto me abrió…Seis años de latín que, desgraciadamente, me han dejado poco conocimiento para tanto tiempo y tanto estudio, y dos años de griego…(tenía entonces 13-14 años...)
Recuerdo perfectamente la tarea que nos marcó don
Fernando tras el primer día de clase, todos con nuestro libro de griego a
estrenar: pasar el “Padre Nuestro” a
letras griegas…¡qué me gustaba a mí aquello! …yo me quedaba embobado mirando y
dibujando aquellas grafías sabiendo que tenían un sentido; recuerdo
preguntarle, yo, que apenas alzaba la voz, si la “o” nuestra la poníamos con la
omicron o la omega y don Fernando nos dijo que con la que quisiéramos, que era
para practicar al alfabeto griego…y a la construcción
de aquellas letras me aplicaba con delectación, tal vez algo en mí, que
ignoraba, columbraba en el futuro lejano el disfrute de Grecia…Después vinieron
la Anábasis de Jenofonte y otros
trabajos que ya eran harina de otro costal…
...Aún conservo mi libreta de griego...
Era don Fernando un cura bajito, de andar derecho, no
muy expresivo, tez clara, cabello negro peinando hacia atrás, como a cepillo,
grandes gafas de pasta negra con cristales verdes de varias dioptrías. Tenía un
hablar pausado y, como todo el mundo allí, se supone que una vasta cultura,
aquella cultura humanística que destilaban lugares como éstos…Igual tenía un
punto flaco que algunos compañeros desaprensivos aprovechaban para envararlo,
cosas de adolescentes, y era que el buen cura debía sufrir de dentera, se
quedaba momentáneamente rígido y hacía un gesto de recogimiento de manos y
rostro crispado cuando escuchaba el chirriar de una silla, eran metálicas, o,
lo máximo, cuando una dureza de la tiza rayaba en el pizarra…en fin…A mí me
caía bien, era de los curas que me inspiraban confianza, no llegaba al cariño
de, por ejemplo, el padre espiritual, pero estaba muy lejos de aquellos que me
inspiraban temor o directamente miedo, a cuya cabeza estaba mi querido don
Ramón…
Don Fernando nos hacía caer en la cuenta de que el
griego formaba parte de nuestro vocabulario cotidiano…Nos aprendíamos los
números, y nos resultaba muy fácil sabiendo que casi los empleábamos
sin darnos cuenta, sobre todo en términos matemáticos y musicales, y en
general…pentágono, pentagrama, decálogo,
decágono, decámetro…La palabra que primero declinamos fue musa muses, musa, que venía a ser como el rosa rosae latino, y un poco más tarde nessos nessou, isla…y para reposar todo
esto y que se nos fuera quedando, nos ponía ejemplos de esta palabra unida a
otras que ya habíamos dado…melanesia,
micronesia, polinesia…islas de negros,
islas
pequeñas y muchas islas
respectivamente, y así le llegó el turno a Dodecaneso, 12 islas… Δωδεκάνησα, Dodekànisa...
(A mis alumnos, sobre todo de La Gomera, mi mayoría de
edad pedagógica, si se me permite hablar así,
les he hecho hincapié en las tantas palabras -telé-fono, tele-visión,
tan cotidianas entre ellos- que a diario usamos y que tienen su origen
en la lengua de Homero…
Don Fernando, para no alargar mucho esta página, que no me faltarían recuerdos, fue el encargado de subirse a la tarima
aquella tarde de domingo de mayo del 68 en
que nos congregamos frente al pequeño televisor para ver la retransmisión en
diferido del festival de eurovisión que la noche antes había ganado Massiel…con
otras palabras todos sabíamos lo que quería decir con que no nos escandalizáramos, que Massiel salía con minifalda…
…¿Qué habrá sido de don Fernando?...Él, como tantos, puso sus ladrillos en el edificio cultural de mi vida…Es bastante probable que ya haya vuelto a la casa del Padre, como se dice en estos ambientes eclesiales, que se haya ido pal silencio, y que repose en un necrotafio, un cementerio o cripta, palabras ambas de etimología griega. Lo rescato de su probable muerte con esta mi memoria por el Dodecaneso…
Leo en la Wikipedia que el Dodecaneso está formado por
un total de 163 islas, de las cuales sólo 26 están habitadas, y que el número
se reduce a doce por ser las más grandes, medidas a veces un tanto
arbitrarias…Por nueve de ellas he pasado: Rodas, Nisiros, Symi, Tilos, Leros,
Patmos, Kálimnos, Cos y Kárpatos…y una fuera del número,Telendos...
Ahí adjunto una par de fotos (tengo cienes y cienes, como decía aquel niño…)
de cada una, lugares personales...
PATMOS, el roquedal cerca de donde me quedé...
TILOS, el pueblo abandonado de Microhorio...
LEROS, las vistas desde el apartamento que ocupé...
COS, el antiguo cementerio musulmán, una inusitada colección de estelas funerarias...
KARPATHOS, el mayor número de ermitas por kilómetro cuadrado en Grecia...
...y...SYMI, cuarenta días en aquel pequeño gran paraíso...
...No es muy probable que vuelva por estos lares, pero desde luego no es imposible mientras la vida me tenga a su merced. Bien me gustaría regresar para completar la docena que nombra el conjunto con las islas de Kasos, Kastelorizo y Astipalea, y alguna más, y ya puestos seguir en el Egeo con el archipiélago hermano de las Cícladas…
Por ahora voy camino de musas y dioses, Parnaso y Olympo, montes…