(flaneando por Tallin)
...No creo que dure lo que me está por ver más que duró lo que vi, pero por este Momento, la suma de momentos que lo conforman y animan, es un presente rotundo, sin fondo, inagotable... No sé si lo pensaba con estas palabras pero cierto que con ese espíritu el pasado día 15 de diciembre cuando me di el gusto de volver, 9 años después, entonces era Navidad, a Tallin. He buscado en la red a ver si tiene colgado un calificativo tipo "la Venecia del Norte", 'la Suiza manchega", "la París del Este", "La ciudad eterna"... etc pero no encuentro sino lo que se da por evidente: una joya arquitectónica formando parte, junto a Riga y Vilna, de las tres perlas del Báltico, capitales de Estonia, Letonia y Lituania, las tres declaradas ciudades patrimonio de la Humanidad. Motivos sobrados.Centrándome en Tallin, su inscripción en la lista de la UNESCO data de 1997, siendo capital europea de la cultura en 2011. Me encontraba en Helsinki, 80 km al norte, mar por medio, tenía un día "libre", había, entre otros, un barco que partía a las 7,30 de la mañana y regresaba a la misma hora por la tarde..."no quedaba más remedio"...
Tallin es una ciudad bella entre las más bellas. Lo corrobora cualquier testimonio viajero que leo. Servidor, que huye lo más que puede de las comparaciones, siempre presto a gustar y ver, y apreciar, lo que se ofrece por doquier, en este caso hará una excepción y pensará que es de las más bonitas, armoniosas, conjuntadas que ha visto en sus viajes (...por lo largo y ancho de este mundo... me completaría el chiripitifláutico capitan Tan🤦♂️😉)
Salgo del barco, atravieso la impresionante estación marítima, está que no se decide si a llover o a nevar, y pertrechado con mi paraguas comprado, qué cosas, en Brunéi, voy tranquilamente caminando hasta la ciudad. A sus puertas empiezo mi personal flaneo... esa palabra que vi por vez primera con Unamuno en su libro "Por tierras de Portugal y España"...flaneur, ese acertado galicismo, "paseante'", "callejero", ese vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que salen al paso, que tan bien definió Baudelaire en " Las flores del mal", cuando camino y destino fusionan sus acepciones: el camino es el destino, el destino es el propio camino, en las urbes.Tallin harto se presta a ello por sus adoquinadas calles...
Mi flaneo se detuvo necesaria, felizmente, en la iglesia del Espíritu Santo. Me paso una hora muy completa paseando por la irregularidad de su nave dividida en dos, tratando de ver, algo oscuras, y situar, las interesantes pinturas en las galerías laterales, escenas del viejo testamento a un lado, del nuevo al otro...
...Y recupero resuello entrando, más por la solera del lugar que por necesidad personal, en el café Maiassmokk, justo al lado. Según veo, data de 1876, tratándose de una de las cafeterías en funcionamiento más antiguas de Europa; fotos de otros tiempos lo confirman..
Obviamente el flaneo admite, obliga, estas paradas. Al otro lado del café causa asombro lo que fue, y mala pinta tiene de que un día vuelva a ser, la embajada de Rusia. Según me contó Nicolás, nada queda de la representación diplomática en su interior mientras todo el exterior está vallado, permaneciendo en un balcón, como triste, mudo, documento, la bandera enarbolada...
Justo al lado, atravesando un sencillo arco, está el novedoso, sin parangón que yo sepa en otros lugares, el history path, ese paseo por la historia que sitúa el principio de Tallin y Estonia en el mismo brumoso origen de todos los lugares de la Tierra; le siguen fechas hito en la historia del país, y termina con un atrevido ejercicio de broma y valentía situando como últimas placas estas dos...🤦♂️🤦♂️🤦♂️
...y así me llego hasta la iglesia, desacralizada, de san Nicolás, que en su nave expone arte sacro pero cuyo interés mayor reside en subir a su torre, el mejor mirador a los cuatro puntos cardinales de la ciudad, pudiendo apreciar la conjunta maravilla de este trazado urbano...
...El día, todo encapotado, ha ido cayendo y antes de las cuatro la tarde ya se ha hecho noche. Sigo mi flaneo y entro de nuevo en la plaza del Ayuntamiento donde ahora está montado el popular mercadillo de navidad. Parece razonable, tiempo y fechas obligan, tomar un vino caliente...y pegar leve pero grata hebra con la pareja belga que me retrata, tras yo mismo haberlos plasmado regalàndose un beso en la barra que compartimos...al cabo del día no habré hablado con nadie más.
... y de la misma forma que llegué a la ciudad tomo camino del puerto. Por unas horas sin tiempo he estado como ausente de mi interior, ciertamente agradecido, despistado de todo, ojos tranquilos y desurgidos, atentos al flaneo que marca su ritmo sin norma. Me voy pensando en la indemostrable pero evidente felicidad, tan callada como exultante, inherente al vivir en extranjero, en modo extranjero, sentir que lo estás pero no lo eres,tan presente en el mundo como ausente...